Reflexión
En nuestro ajetreado convivir ciudadano, no pocas veces el elevado término "amistad" es rebajado a sinónimo de "complicidad". Así el amigo es utilizado como palanca y ocasión para conseguir lucros a través de la acostumbrada mala praxis del favoritismo, clientelismo, compadrazgo y venta de influencias, al decir de J. Montero Tirado.
Y resulta loable como necesario, que la amistad sea ordenada a fines solidarios. El verdadero amigo quiere y hace el bien. Entonces, ¿cuál es el problema? El problema surge cuando el amigo, precisamente por la amistad entre ambos, pide o concede ventajas quebrantando la ley. Es así como la amistad se prostituye, pues la conducta no es de amistad sino de complicidad.
Cómplice es el que participa de algún modo o se asocia a otro en la comisión de crimen, robo y demás hechos reprochables, sujetos de imputación. Colaborar con el "amigo" para infringir la ley es complicidad y en ningún caso, el pretexto de "amistad" puede justificar un delito.
La verdadera amistad no se presta a actos de corrupción generalizada como vemos en casi todos los estamentos de la sociedad. En los negocios priman los intereses; en el trabajo, el pokaré; en muchas instituciones públicas se consiguen puestos para los "amigos" quienes colaboran con la pesada cadena de la burocracia, para generar recursos extra-salario.
Todos sabemos que para hacer "correr" este o aquel documento, aquí y allá, hay que "aceitar". Pocos son los sectores de prestación de servicios públicos que no apelan a esta depravación. Todo servicio tiene un costo extra. Y el "amigo" es un rápido atajo para evitar formar largas filas; conseguir el registro de conducir desde la distancia; reconsiderar el insuficiente examen de ingreso en la facultad; algunas medidas sustitutivas a la prisión. En fin, agréguele el combo de descarríos de público conocimiento.
La cruel codicia del lucro es otro factor que mueve al "amigo" a cometer todo tipo de injusticia. Lo único que puede curar esta calamitosa y contagiosa enfermedad es el sentimiento del honor y la decencia. El verdadero amigo no pide nada incorrecto y menos aun si tal pedido puede comprometer su reputación.
La persona con conciencia recta nunca pide al amigo complicarse con malas acciones, es decir, no compromete el trabajo ni la familia de amigo; antes bien, persuade de no cometer delitos, aunque estos parezcan acciones convenientes, por su rutinario acontecer.
No siempre todo lo legal, es necesariamente correcto. La coima muchas veces es arropada de legal cuando se la denomina, "comisión". Y cualquiera sabe que aunque no pueda probarse una mala acción, ésta no deja de ser abominable si la intención está viciada.
Todos decimos anhelar un país más justo y solidario, una sociedad mejor. Desterremos pues, de nuestras costumbres, el vicio de la corrupción, de la impunidad, del mbareté y del vaí vaí. Tomemos conciencia que "amistad" no es sinónimo de "complicidad y bandolerismo". No doblemos la rodilla ante el becerro de oro de "caminos torcidos" para lograr nuestros propósitos.
Todos y cada uno de nosotros podemos y debemos liberarnos del grillete de la mediocridad y malos hábitos, si queremos. Hagamos, por consiguiente, vida los buenos sentimientos que la mitad superior de todo hombre posee, esto es, la interioridad o conciencia que siempre nos interpela a todos y a cada uno de nosotros.
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