Opinión
Un principio tan cacareado, alentado y defendido por cualquier mortal con un mínimo de sentido común es: "Los medios de comunicación tienen como finalidad primera servir la verdad a las masas, informar diciendo que lo que "es", y no, lo que "no es" ¿Esto es así?
No existe publicidad neutra, sino al servicio de unos fines a los que se publicita. Bebidas, tabaco, sexo disfrazado de entretenimiento, esoterismo y demás etcéteras que nos inundan, fastidian y exasperan la vida.
Así financian los anunciantes, productos que potencian la cosmovisión hedonista: "con sonrisas de rostros famosos, el logro de unos dientes perfectos; la felicidad sin fin mediante la cartomancia; la vana ilusión de volverse millonario con la promoción tal; la satisfacción edénica al consumir tal o cual bebida", etc.
Ningún conductor de programa o director de periódico tiene la menor posibilidad de criticar a las firmas publicitarias de las que extraen sus ingresos, ya que dependen de ellas.
Lo peor, sin embargo, es el diario zambulleo malsano y delirante (de estos ñembo astros conductores de radio y televisión) en la vida y miseria de las personas, con el argumento hipócrita de que la gente tiene derecho a la información.
Entonces aparecen en pantalla nuestros decadentes y desgastados (aunque siempre endiosados hambrientos de gloria) conductores para informarnos - con ceño fruncido y aparentando aire de preocupación - las frivolidades de ahora y de ayer. Algunos ejemplos que envenenan:
¿Qué importa al común de los paraguayos los problemas sentimentales de Lulito, Rociíto o Angelita? ¿Qué nos importa si la Yiyi tal se ha agrandado o achicado el seno derecho o los glúteos?
¿Qué importa si Lugo tuvo hijo con ésta o aquella mariposa de la noche? ¿Qué importa al 58% del pueblo que vive en la pobreza extrema, la pelea del Intendente, Gobernador, Diputado o Presidente con algunos de sus familiares?
¿Qué aprovecha la gente de la información idiotizante (que fulanita se metió con tal jugador...), del omnipresente deporte mercantil, de su majestad el fútbol y de sus industrias mafiosas?
Tenemos cosas más urgentes e importantes que debieran ocupar nuestra atención. Muchas instituciones públicas y privadas respiran pecado y corrupción por todos los poros. Y también, cada uno de nosotros quienes formamos parte de la gran mayoría plebeya, tenemos mucho que mejorar.
Ocupémonos, por consiguiente, de hacer cada uno lo nuestro y, denunciemos por los medios correspondientes, lo que está mal. Dejemos de ser chusma, para elevarnos a la categoría de ciudadano. Esto es lo primero.
¿Qué hacer? Podemos decidir dejar de ver ciertos programas en señal de protesta, habida cuenta que, un rápido sondeo nos ha mostrado que no poca gente está harta de oír y ver a la mañana, al medio día, a la tarde noche, como también a la media noche, y al día siguiente, de vuelta, la misma hiper-mega-información sobre lo no esencial, pero hipo-información sobre lo necesario.
¿Cuándo se darán cuenta estos "insaciables bulímicos de morbosidad", que la decencia y el buen gusto, vomitan la gran fábrica de mierda que sirven a los espectadores envueltos en atractivos estuches? ¿Cuándo entenderán que a la gente no debe darse lo que ella quiere, sólo porque ella quiere? A la gente hay que proveerle lo que sirve y necesita. dice Carlos Díaz.
No porque millones de buitres comen porquería, afirma el filósofo Carlos Díaz, tienen razón por ser millones. Dicho lo cual, tenemos que asociarnos contra ese menú.
Si somos profesores, aportemos educación en las aulas. Si escribimos libros o artículos, utilicemos esos medios para formar conciencia mediante la lectura.
Si estamos ante un micrófono, aprovechemos para formar, más que informar, marcando la diferencia entre tantos medios que desparraman contenidos mediocres, en procura de rating con la confrontación estéril de politiquillos de pacotilla.
Todos podemos cooperar para que nuestra ciudad, nuestro departamento y nuestro país abandone definitivamente la categoría de corrupto, maximísero y errante. No pierdo la esperanza de que al menos moralmente seamos un país libre, pues hasta ahora, jamás lo hemos sido. El mundo cambiará si cada uno de nosotros cambiamos.
Abogo porque el periodismo no se constituya en una profesión en venta al mejor postor. Se dice que la prensa es el cuarto poder. Ojalá sea un poder diferente de los poderes pretorianos que hasta hoy nos subyugan con su mala praxis.
Existen, afortunadamente, también buenos y señores periodistas. Los conocemos. ¡Apostemos por ellos y no perdamos las esperanzas!
Sábado 05 Diciembre 2009 | 11:12Hs.
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