jueves, 9 de septiembre de 2010

EDUCAR ES: "CONSTRUIR" AL HOMBRE

¡La gran dificultad, hoy!

No pocas veces - dice Roger Texier en "Antropología y Filosofía de la Educación", página 138 - la educación es decomisada por la idea de la enseñanza como aprendizaje de conocimientos, habilidades y capacidades de dominio de tecnologías, en función de la competencia que requiere una sociedad.
Nuestras escuelas forman al estudiante para competir con éxito en la sociedad de mercado. Pero educar no es solamente inculcar saberes, que pareciera - a juzgar por el acelerado descenso del nivel ético de la humanidad - es el fin último de los centros de enseñanza.
Educar es despertar el potencial innato del ser humano, moldear actitudes de entendimiento y comprensión para dotar al individuo de los correctos medios para dirigir su propio destino.
Pero, ¿qué escuela, colegio o universidad se ocupa de la formación "integral" del estudiante? ¿Existe una escuela que se ocupe de la educación de ese campo que llamamos "la mitad superior" del hombre: su "interioridad o recta conciencia"?
No pocos estudiantes afirman sin titubeos que el conocimiento es la herramienta para triunfar en la vida. ¡Y tienen razón!, pues es "uno" de los elementos de la educación.
Pero, ¿es esto educación o adiestramiento para que en el competitivo mercado laboral, el individuo se convierta en "lobo" para otro lobo? Al estudiante ¿se le invita a ser "persona", o a ser "máquina de hacer" algo que dé dinero, y pasarla bien? Lo demás.... ¿importa algo?
Es curioso que esta sociedad del "conocimiento y de fanfarronada competencias académicas" que propaga y se jacta de su cacareado "bienestar", provoque tanta desigualdad y malestar, diría E. Mounier. Cada año las universidades lanzan al mercado laboral "buenos técnicos".... pero ¿qué porcentaje de ellos son dueños de conducta ética y recta conciencia?
Es imperiosamente necesaria una educación que "construya" al hombre, mediante una escuela que centre su atención en la vocación de la persona, para construir una sociedad sana. La persona no se realiza siendo subordinada al dinero, al aplauso fácil y a la adulación.
La propuesta es que pongamos en el centro de toda actividad humana a la persona y en este contexto la misión del hombre consiste en "salir de sí para donarse" a los demás, con fe y esperanza.
En este sentido, al decir de Mounier: "Es necesario realizar una revolución personal, que nace en el instante de una toma de conciencia, al rebelarse uno contra sí mismo, sobre su propia participación y complacencia en el desorden establecido.
Así las cosas, es elogiable y necesario que la escuela infunda en el alma del estudiante: cultivar la mente, estudiando y fortalecer la voluntad, mediante la adquisición y práctica de valores, para disciplinar su conducta. Sólo así habrá valido la pena llamarnos buenos ciudadanos y honestos profesionales.
No existe otro modo de combatir esta perversidad sobrehumana que es la corrupción de las costumbres que avasalla y "encallece" a los hombres, a los pueblos y a las Instituciones. Y fundamentalmente, pulvericemos definitivamente la trágica como generalizada idea de que los paraguayos - somos nomás luego - "genéticamente corruptos e ignorantes"

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