martes, 7 de septiembre de 2010

Sodomía post moderna



¿Cuestión semántica?

La atracción sexual hacia personas del mismo sexo es una tendencia tan antigua como la humanidad. El lesbianismo, la pederastia, ritos orgiásticos y zoofilia, entre otros vicios, ha sido la constante siempre.
Y la tendencia parece ser que la homosexualidad reconduzca al mundo moderno a los tiempos de las sociedades cananeas y greco-romanas, en vez de avanzar hacia horizontes de verdadera liberación.
No hace mucho tiempo, un grupo de genetistas canadienses de la Universidad Western Ontario han declarado a la revista científica "Sciencie" que, después de estudiar a 52 parejas de hermanos homosexuales, han llegado a la siguiente conclusión: la homosexualidad masculina no obedece a casusas genéticas y que, por lo tanto, EL GEN GAY NO EXISTE. (El País, 24.04.99)
Dice el biólogo doctor Antonio Cruz, que la tesis psicosocial afirma que la homosexualidad depende fundamentalmente de la educación recibida, del ambiente en el que sea criado la persona.
Se trataría, según este planteamiento, de algún tipo de alteración en el desarrollo psíquico y sexual ocurrido a causa de la influencia de los modelos de conducta desarrollados.
Sea cual fuere el origen de la homosexualidad, lo cierto es que la Sagrada Escritura condena claramente la práctica de la misma. La sodomía es considerada siempre como grave depravación que provoca el rechazo de Dios. ¡Y a Dios hay que obedecerle antes que a los hombres! Nos lo dice el registro bíblico.
Hay homosexuales que se sienten orgullosos de serlo y lo demuestran impúdicamente en sus "desfiles del orgullo gay" y llevan vidas de promiscuidad y perversión constante.
Pero también están aquellos que sufren el problema en silencio y procuran solucionarlo mediante tratamiento adecuado y como resultado, han pasado de la homosexualidad a la heterosexualidad, según informes psicológicos que atestiguan casos concretos.
Pero lo que resulta inadmisible y por lo tanto, atropello a la inteligencia desde el punto de vista cristiano es, colocar a la unión homosexualidad en el mismo nivel que el matrimonio entre un hombre y una mujer, como se pretende con osada obstinación hoy.
El deseo homófilo no tiene por qué ser más fuerte que el heterófilo. Igual que el heterosexual tiene que superar rodo tipo de desórdenes con personas del sexo opuesto, también el homosexual deberá superar los suyos propios hacia los de su mismo sexo.
Decir que el homosexual no puede dominar sus instintos y necesita llevarlas necesariamente a la práctica, es lo mismo que afirmar que el fornicario, violador, el pedófilo o zoófilo no pueden contenerse a tales depravaciones, y que por lo tanto, no se les debe recriminar su actitud, porque se "sentirán discriminados". Esto es Hipocresía.
Así las cosas, afortunadamente no toda autoridad es cómplice de este torrente de podredumbre y depravación. Una Juez de Paz de Argentina, Marta Covella, aseguró que "aunque le cueste la vida" no casará a personas del mismo sexo. El juez suplente puede hacerlo, afirmó. (Ultima Hora 18.07.10)
Otro funcionario del Registro Civil de la Provincia de Entre Ríos, Argentina, Alberto Arias, planteó objeción de conciencia al anticipar su rechazo a celebrar casamiento entre homosexuales, a días de entrar en vigencia la ley en la Argentina. (U. Hora 19.07.10)
Sé que estos artículos me exponen a tiros cruzados de agrias críticas y envenenados dardos de personas que piensan distinto, por conveniencia o ignorancia, pero no es menos cierto que no se puede ignorar lo dicho por el profeta Isaías: ¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien!
El derecho natural a unirse en matrimonio entre varón y mujer es previo a toda religión revelada y a toda jurisprudencia. Es uno de los derechos humanos fundamentales, que no otorga ninguna autoridad, sino la misma naturaleza humana.
La ley sancionada recientemente en la Argentina a favor del matrimonio homosexual, es sin lugar a dudas, el vaciamiento de la Institución Matrimonial, por excelencia.

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