jueves, 9 de septiembre de 2010

LA IGLESIA DURMIENTE

Opinión

Concuerdo plenamente con mi hermano en la fe, Xosé M. Domínguez Prieto quien dice: Antaño se enseñaba que los miembros de la Iglesia católica formaban tres grandes grupos; la Iglesia militante, que es la aún "peregrina" en la tierra trabajando por el Reino.
La Iglesia purgante, formada por aquello que, tras su muerte, están purificándose para poder entrar en la Vida Eterna, y la Iglesia triunfante, formada por aquellos bienaventurados que ya están en la presencia del Padre.
Pues bien, hoy deberíamos revisar esta clasificación para añadir otra categoría más. Y no es cuestión baladí, pues se trata hoy de un grupo numeroso: la Iglesia durmiente.
La mayor parte de los que son miembros de la Iglesia católica no son ni fríos ni calientes, ni viven desde el Evangelio, ni quieren renunciar a ritos ni a costumbres (que por otra parte, tanto critican).
Ni sí, ni no. Se dicen creyentes y dicen bien. Porque realmente creen en el consumo sin límite, en el éxito sin límite y en el confort sin límite.
Bautizan a sus hijos por la Iglesia y gustan de convocar a un montón de sacerdotes para celebrar el funeral del padre o de la madre (pues hasta eso cuantifican y toman como criterio de distinción y clase) pero pasan el resto de su vida ignorando a esa Iglesia a la que dicen pertenecer.
Espiritualistas el domingo de ocho a nueve horas y materialistas el resto de la semana, viviendo con desgana y Vyroreí todo lo que suene a religioso.
Iglesia durmiente, conjunto de practicantes-traficantes que intercambian ritos por seguridad, buscadores de precauciones, de prudencias, de virtudes adornadas de hermosas flores rojas y blancas. Falsos creyentes a los que su tibieza les llevó a considerar virtuoso lo que no es.
Y así terminan por llamar mansedumbre a la debilidad de carácter, humildad a su impotencia, resignación a su cobardía. Son los que al final, terminan por protestar y a enojarse cuando Dios no se pliega a su voluntad: "Hágase mi voluntad así en el cielo como en mis tierras"
Iglesia durmiente, que se acuerda de la Iglesia-institución sólo para criticarla. Y en esto andan bien despiertos para no dejar a todo el que sirve. Son especialistas en criticar al Papa; si viaja porque viaja; si no, porque no viaja. Si es viejo, porque es viejo; si es viejo y viaja, peor aún.
Y critican al obispo, al cura párroco y a este y a aquel movimiento.
Sólo ellos, más allá del bien y del mal, parecen estar en y con la verdad sobre lo que la Iglesia debiera ser. Pero a la vez que critican, no mueven un dedo por hacer las cosas bien; ni para hacerlas mal.
Y a quien hace se le "dispara" con todo tipo de malos comentarios, sometiéndolos a todo tipo de críticas, enmiendas, recomendaciones, sermones. Ni hacen, ni dejan hacer. No quieren compromisos, pero están en contra de los que se comprometen.
Esta Iglesia durmiente es la que despierta sólo para asistir aburridamente algunas veces a alguna procesión, al rito de alguna boda, o para la "primera comunión" del niño, lo cual cada vez, consiste más en copiosa comida postsacramental que el mismo sacramento, no entendiendo un pito el significado del rito; además, no faltando nunca algún dasatinado que aconseje al cura que "termine rapidito" el asunto porque el asado "ya está secándose".
Esta Iglesia también despierta para participar de algún funeral u otro acontecimiento, por supuesto, sin tener la más pálida idea del motivo que lo llevó al templo. Es la Iglesia aturdida, perdida, distraída que se avergüenza de sí misma porque no sabe que está llamada a ser comunidad.
Los miembros de esta Iglesia durmiente asisten religiosamente a ver el partido de fútbol, sin importar la distancia; llegarán incluso tres o cuatro horas antes del inicio, pero a la Eucaristía asistirán sólo si se les da la gana.
Dormidos el fin de semana y estresados durante la semana, pondrán siempre todo tipo de excusas para asistir a alguna reunión formativa.
Pero siempre tendrán tiempo para el viajecito de fin de semana, para ir de pesca o para echar algunas horitas extras en la empresa. Es que, chamigo, el dinero es el dinero.
La Iglesia durmiente rechaza toda opinión que venga de la jerarquía católica como imposición intolerable, pero se abrirán sin inconvenientes y atolondradamente, a cualquier opinión ajena, dicha por cualquier persona, en cualquier lugar, no importando cuan descabellada sea, especialmente a aquellas que atacan a su propia Iglesia, sin hacer el mínimo esfuerzo de verificar en las fuentes la verdad de lo que se dice.
Pero estarán siempre atentos al chisme acerca de los excesos del cura o de tal o cual laico; nunca tendrán tiempo, ojos ni oídos para reconocer el trabajo intenso y fecundo hecho por los católicos militantes.
Iglesia durmiente, Iglesia tibia, sin amor a sí, desencantada, triste, la peor Iglesia posible, la más estéril de la historia, porque ya no cree en nada, porque ya no conoce la alegría de la Salvación. La Iglesia durmiente perdió su primer impulso, su entusiasmo, su vigor.
No es fría ni caliente. Ya no sabe quién es ni se acuerda de lo que recibió. Es una Iglesia de corazones cobardes y manos débiles. Ni milita, ni hace penitencias, ni goza.
Una Iglesia así no sirve para nada. Ni para los creyentes ni para la sociedad. Una Iglesia así, sólo puede dar una buena noticia al mundo: la de su desaparición.

Domingo 20 Setiembre 2009 | 11:09Hs.

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