Libertad prostituida
Noticias provenientes de la Argentina, y que me enviaran por correo, dicen que diferentes organizaciones en defensa de la vida y la familia realizaron hace algunos días en la ex plaza de Vélez Sarsfield de la ciudad de Córdoba, un masivo acto para reivindicar el verdadero matrimonio conformado por un hombre y una mujer y, pedir a los senadores que no aprueben la ley del mal llamado "matrimonio" homosexual.
Algunas asociaciones como Portal de Belén, Programa Nazareth, Jóvenes por la Vida y Nuevo Espacio, lograron reunir alrededor de diez mil personas. Con banderas que llevaban la inscripción: y entre gritos de , los miles de manifestantes señalaron a los legisladores que votar por esta ley: "cae sobre ustedes el peso de decidir el futuro de la familia argentina"
¿No será momento de impulsar también en Paraguay un evento similar? ¿No será el momento de pedir a nuestros legisladores - la mayoría de ellos cristianos - que no se dejen influenciar por cantos de sirena de la "opción sexual" ya pública e impúdicamente manifestada como un derecho, por pervertidos de nuestra sociedad?
El Parlamento tiene la magnífica oportunidad de redimirse, aunque más no sea parcialmente, de tantos y frecuentes errores cometidos en perjuicio de este aniquilado país a quien dicen servir. De no ser así, habrán cambiado el juicio de valor; con la homosexualidad se afirmará como valor lo que desde siempre y por mandato divino, era y es tenido como contravalor.
También es una ocasión propicia para demostrar que - a pesar de constituir y con harta razón, la cámara de la vergüenza - puede aun hacer bien, lo poco que hace y que por obligación le corresponde. La reducción de seis horas de trabajo para el funcionariado público, de por sí, ya estereoripado por "prepotente y haragán", es una fiel radiografía de nuestros pocos, queridos legisladores y muchos, de muy pocas luces; salvando, claro está, las consabidas y honrosas excepciones, es justo decirlo.
Una vez suprimido el orden de fines del auténtico como único matrimonio y borrada toda jerarquía de valores, no queda nada más que admitir que el núcleo de la vida será la felicidad sexual, de la manera que el hombre decida y no como Dios lo ha dispuesto.
De aquí en adelante, es razonable pensar, los pedófilos reivindicarán también sus "derechos" y ya asusta la idea de pensar: ¿cuánto tiempo más se esperará para hablarse del "derecho de los zoófilos, sadomasoquistas, necrófilos", y demás aberraciones?
Ojalá que el juicio práctico de tipo libertino que a tantos compatriotas seduce, tenga un "fin de curso" y que el humano no quede reducido a un conjunto de deseos carnales y otras necesidades físicas, solamente.
El matrimonio solo puede entenderse a partir de la unión hombre-mujer. Y una de sus obligaciones es la procreación. Así nos lo dice el registro bíblico. No es necesario recrear una sociedad sodomítica-gorromina. Debemos respetar a la persona en cuanto tal, pues es imagen y semejanza de Dios, pero no toda persona es dueña de ideas respetables, como por ejemplo, esta que hoy nos ocupa.
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