¿Elementos de nuestra política gamonal?
En los últimos días se ha visto y oído todo tipo encanto, desencanto, frustraciones y arreglos en el acalorado ajetreo de los partidos políticos, sobre todo, dentro de los denominados tradicionales.
Según Alberto Flores Galindo, gamonal
es un peruanismo, que busca establecer un símil entre una planta
parásita y los terratenientes [...] el término designaba la existencia del
poder local: la privatización de la política, la fragmentación del dominio y su
ejercicio a escala de un pueblo o de una provincia...(Wikipedia)
Naturalmente, el vapuleado término “unidad” es el caballito de batalla y llave maestra para abrir las compuertas de la hipocresía práctica. Luego de encarnizadas batallas verbales, en las cuales no se han escatimado gruesos e irreproducibles acusaciones y amenazas de dirimir en los estrados judiciales, los peores agravios, la prostituida frase “unidad” realiza el milagro de desblindar estómagos y soportar el fétido olor bucal, para fundirse y confundirse en viborezno abrazo, en “aras de la unidad del partido, para felicidad” de este enclenque y dasahuciado país.
Atrás quedaron, al menos de momento, las amenazas y los dientes apretados por odios mal disimulados. Hoy el interés es más fuerte que los agravios. Para sellar la huidiza unidad – de este y aquel partido – hace su glorioso aporte en los encuentros e confraternidad, el gran trío <Polka, Trapo y Guarapo>, quienes se encargarán de distraer a la chusma, mientras los gamonales políticos “cranean” sus patrioterismos propósitos.
Abrigo, sin embargo, la esperanza que en un tiempo no muy lejano, lleguemos a dividir a los hombres dirigentes de la opinión pública en dos clases: los que generan problemas en el mundo y los que promueven en él la civilización. Los especialistas en “desasosiego” y los que buscan la paz. Los que glorifican el color del trapo, la polka y el guarapo, por sobre la decencia y honestidad.
Todavía creemos que los “buenos hombres” no deben meterse en política. Craso error, los buenos deben insertarse en la alta política buscando el bien común, pues si no lo hacen, dejarán que lo malos, los traidores, los Pilatos modernos y demás próceres de la política partidaria rastrera, tomen el control de la sociedad. El mundo – decía Mounier – es un montón de mierda, donde los buenos han de meter la mano, sin ensuciarse el corazón”
Para ello es necesario educar a la opinión pública, pero de esto, nos ocuparemos próximamente.
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