jueves, 9 de septiembre de 2010

SALVADOR CABAÑAS....



Vínculo de unión y gran lección

No recuerdo haber experimentado tanta solidaridad de todo un pueblo como en el caso de Salvador Cabañas. No hay dudas que el paraguayo lleva en su sangre y en lo más profundo de su ser esa llama de religiosidad y esperanza, que desborda en casos de situaciones límites como la que hemos vivido.
Es que, recientemente, momentos aciagos hemos padecido toda la sociedad paraguaya: Secuestros, asesinatos, robos, etc. Hemos sido "paralizados" por el terror de la inseguridad. Y la inteligencia, el dinero o el poder temporal no siempre garantizan la solución de estos problemas.
Entonces, y sólo entonces, el pueblo eleva su mirada al cielo y recurre a Aquel que todo lo puede. Y así fue. Aquí y allá se han congregado multitudes para unirse en oración y súplicas por la vida y recuperación del delantero de nuestra selección.
Y el amoroso Padre, rico en misericordia - se oyó decir - ha de inclinar su rostro para escuchar las plegarias de intercesión de miles de almas. Así las cosas, cada día va mejorando el delicadísimo estado de nuestro compatriota, para alivio de sus familiares.
La desesperación inicial ha sido sustituida por la esperanza y el contento. Salvador Cabañas se ha constituido en vínculo de unión de toda la sociedad paraguaya.
Por otra parte, este triste episodio nos enseña una gran lección. Que tengamos a Dios presente, no sólo en los momentos de extremo dolor y desahucio. ¿Por qué no bendecir su glorioso nombre también en momentos de alegría, de gozo y de satisfacción?
¿Por qué no agradecer por el bienestar de la familia, el logro personal, la adquisición de bienes, la salud que nos regala, el trabajo que tenemos y tantas otras bendiciones con que nos colma nuestro buen Dios? ¿Por qué no le damos gracias al concedernos siempre más de lo que necesitamos y merecemos?
Seguro que a todos nos irá mejor en la vida si no "usamos" a Dios sólo cuando "las papas queman". Ojalá que toda la multitud que hemos pedido por la recuperación del apreciado Salvador, no volvamos la espalda a ese mismo Dios a quien hemos implorado y prometido quizá cuántas cosas, una vez que hayamos logrado nuestro objetivo. Es una magnífica ocasión para redimirnos de nuestra eterna ingratitud.
Si reconocemos nuestros errores, rectificamos rumbo y ordenamos definitivamente nuestra vida en Dios, muchos males que hoy nos aquejan, desaparecerán.
Nuestras relaciones interpersonales serán más sabrosas, tendremos familias más saludables, autoridades más potables, ciudadanos más responsables, es decir, tendremos un Paraguay mejorado. ¡En nuestra cancha está la pelota! Es posible.... si queremos.
Sábado 06 Febrero 2010 | 11:02Hs.

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