lunes, 12 de octubre de 2015

DIGNIDAD ONTOLÓGICA DE LA PERSONA (I)

¿TERESA DE CALCUTA…. IGUAL  A   HITLER?


Admito que - a priori y en general - el título del comentario provoca un instintivo rechazo, pues nuestro “foco” mental no admite la igualdad entre uno y otro personaje aludidos precedentemente.

Sin embargo, haciendo un esfuerzo decimos que la dignidad ontológica de la persona humana es su valor intrínseco y absoluto. “Intrínseco” significa que la persona humana, tiene desde su concepción, este valor por el hecho de ser persona, es decir, en su propio ser (es lo que quiere decir ontológica) y no por cualquier otro aspecto: raza, partido político, religión, edad, nacionalidad, por tener abultada cuenta bancaria o no, etc, etc.

Absoluta significa que la dignidad ontológica (
del ser, del ente) es inconmensurable, es decir, grandioso, difícil o imposible de medir o valorar. No se puede cuantificar con unidades de medida. Sería ridículo decir que tales personas valen más que otras, porque tienen tantas unidades más de dignidad que estas otras. La dignidad ontológica nunca se pierde, es infinita. (Fuente: Vida Humana Internacional).

Luego, la dignidad de la persona es de dos tipos: Ontológica y Moral. Nos enseña la Ética que la dignidad moral deriva de la ontológica. Esto es así debido a que si poseemos dignidad moral es porque primero tenemos dignidad ontológica, es decir, la que corresponde a nuestra naturaleza de ser personas.

La dignidad ontológica es la que tenemos por el sólo hecho de ser, de existir. Somos y existimos como personas y una vez que así existimos. La dignidad del hombre nace de ser creado por Dios a su imagen y semejanza, de haber sido reconciliado por Cristo y de estar llamado, mediante la gracia, a alcanzar su plenitud en la bienaventuranza del cielo, y esta dignidad jamás la perderemos.

La dignidad moral es la que tenemos de acuerdo a lo que hacemos, a nuestra conducta. Según sean nuestros actos, buenos o malos, moralmente hablando, nuestra dignidad moral aumentará o disminuirá. Esta es la gran diferencia entre quien actúa bien o mal.

Por muy corrompida y deformada que esté nuestra conciencia, siempre podemos tener la alternativa de hacer un acto digno de nuestra condición de personas y así aumentar nuestra dignidad moral.

Con frecuencia suelo percibir que el auditorio, ya sea en clase o en la parroquia, se “espanta” cuando digo que la dignidad del ser es igual en la madre Teresa de Calcuta que en Adolf Hitler”. Quizá mi carencia intelectual y ausencia de cualidades lingüísticas no permitan la cabal comprensión de la audiencia, por lo que en adelante, intentaré mejorar mi gestión.

Requisito primordial para comprender temas tan subidos como lo abordado hoy, es conocer profundamente: Qué significa ser “persona y cuáles son sus elementos constitutivos.

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