¿TERESA DE CALCUTA…. IGUAL A
HITLER?
El vocablo Persona tiene varias definiciones. Del latín, máscara de teatro, personaje. Boecio define persona como substancia individual de naturaleza racional. Buber dice que persona se constituye a partir de la relación fundamental del yo al tú. Se habla de persona jurídica, física, moral, divina, etc.
Importante es que logremos ser persona, es decir, realizar
nuestra la gran obra de nuestra vida es nuestro propio ser. No se trata de ser mejor que otras personas, sino
que yo sea hoy, mejor de lo que era ayer”. Ello supone titánica tarea.
Nacemos hambrientos, menesterosos y con tendencias al
mal. Luego cada uno tiene que modelar su propia escultura. Se afirma que el
resultado final depende de cómo vaya construyendo su vida. Toda persona tiene
dignidad y merece respeto absoluto al margen de su edad, condición, coeficiente
intelectual, género, e incluso, actuación moral.
Por ello se dice que, tanto Teresa de Calcuta como
Hitler tienen la misma dignidad personal, aunque no la misma dignidad moral.
La persona es fuente de valor. Esto no significa que
la persona sea el Absoluto, sino que tiene valor en sí, un valor absoluto. La
persona es un ser inacabado. Tiene que construirse. “Encuadrar” a una persona o
etiquetarla resulta gran injusticia porque supone cosificarla, clasificarla, no
admitir que pueda cambiar.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nº1700 dice: La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios (artículo primero); se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina (artículo segundo). Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización (artículo tercero).
Por
sus actos deliberados (artículo
cuarto), la persona humana se conforma, o no se conforma, al
bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral (artículo
quinto). Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen
desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de
su crecimiento (artículo
sexto).
Con
la ayuda de la gracia crecen en la virtud (artículo
séptimo), evitan el pecado y, si lo han cometido recurren
como el hijo pródigo (cf. Lc 15,
11-31) a la misericordia de nuestro Padre del cielo (artículo
octavo). Así acceden a la perfección de la caridad.
Por consiguiente, la persona deber ser tratada, no por
lo que es, sino por lo que está destinado a ser. Ninguna persona nace “programada”,
es decir, no está escrito quién va a ser, tiene que decidir quién quiere ser y
logrará ser quien quiere ser, apoyada su
vida en las otras personas.
La persona es un ser profundamente contradictorio, en
tensión permanente. Solo no está en conflicto quien se ha anestesiado, quien se
ha dormido, quien se ha aletargado.
La persona está llamada a la plenitud, existe en ella
un deseo de ser feliz lo que muchas veces no logra, pues se contenta con estar
satisfecha. Satisfacción no es felicidad. La satisfacción de los deseos nunca
calma el deseo, dirá A. Maslow.
Consiste en el deseo de vivir unificada y
equilibradamente en todos sus campos: mente-inteligencia; materia-cuerpo y afectivo-volitivo.
Únicamente quien cree que nada pueda cambiar, se conforma y acomoda, se
aburguesa y pierde tensión vital, (E. Mounier).
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