¡VIRTUD PERDIDA o NUNCA ADQUIRIDA!
Recuerdo con frecuencia al apreciado Padre Manfredo al referirse una y otra vez, sobre la puntualidad, sobre todo, a la celebración eucarística. Graciosamente decía: “Hay gente que es capaz de llegar tarde hasta a su propio funeral”.
Dice Aníbal Romero Sanabria en La
Globalización y los 10 pecados capitales del paraguayo: La “hora paraguaya”, las 8.00 no son las
8.00, sino las 8.30 o quizás las 9.00. Es un verdadero círculo vicioso: algunos
ya no quieren llegar puntuales, pues saben “luego” que otros llegarán tarde, o
el evento, reunión, clase o cita comenzará una hora más tarde…
Definitivamente no le damos valor al tiempo, cuando es sabido que “el tiempo es
oro”
Todos conocemos
algún especialista en llegar siempre tarde a donde quiera que vaya y para lo
que sea, es decir, nunca llegan a la hora prevista y siempre, con alguna
explicación en la punta de la lengua. Naturalmente, son solo explicaciones,
nunca justificativas. Aunque haya jurado y re-jurado la consabida expresión:
“no te preocupes, ya estoy saliendo de casa”. ¿Por qué algunas personas sufren el
“síndrome de tardanza” y con tendencias a ser impuntuales casi por vocación?
Afirma la
doctora Judit
Castellà, PhD biología-Barcelona, España: La impuntualidad se acostumbra a relacionar también con cuestiones éticas
y a menudo se califica como falta de respeto, lo que sitúa a los tardones
crónicos en la esfera de los maleducados, irrespetuosos o poco empáticos. “En
realidad a la mayoría de los impuntuales no les gusta serlo, querrían luchar
contra ello, pero les cuesta porque es un hábito muy interiorizado”.
Y agrega, “Uno
puede tener más o menos predisposición a ser puntual, pero también te condicionará
la presión social que tengas, si la cultura y el país en el que vives valora o
no la puntualidad; y en las sociedades occidentales, donde el tiempo es un
valor económico, el estatus socioeconómico de cada uno también influye en que
se castigue o no su impuntualidad”
Y tú, ¿qué tipo de impuntual eres?: Distraído: Personas olvidadizas,
propensas a la distracción, con déficit o falta de atención, que no prestan
suficiente atención al paso del tiempo, no tienen una percepción realista de él
y les cuesta gestionarlo. Optimista: Algunos
subestiman el tiempo (…) o sobreestiman sus recursos para cumplirla en un
determinado plazo y planean demasiadas cosas para hacer en un tiempo concreto y
acaban concatenando retrasos.
Maleducado: A veces la
impuntualidad es una conducta aprendida en casa porque los padres siempre han
sido tardones, han reforzado ese comportamiento y no le han dicho que es
importante no llegar tarde. Narcisista:
Considera que puede llegar tarde porque está por encima de los demás, y utiliza
el control del tiempo y el retraso como una forma de imponerse.
Histriónico: Le gusta
llegar tarde, que todos le estén esperando, para llamar la atención, para ser
el centro de la reunión. Los psicólogos relacionan este tipo con personas
inmaduras y baja autoestima. Fóbico
social: Personas que prefieren llegar tarde para asegurarse de que ya se
habrá reunido un grupo, habrá comenzado la interacción social, y no serán ellos
quienes tengan que iniciar las conversaciones a medida que llegue el resto.
Obsesivo-compulsivo: Se
obsesiona con comprobar tantas cosas antes de salir de casa el gas, la luz, el
agua, las puertas… que siempre llegan tarde a sus citas. Perfeccionista. Pasa horas y horas acabando sus tareas, le
cuesta dar por finalizada una para pasar a la siguiente, y eso le ocasiona
dificultades para gestionar bien el tiempo.
El depresivo. Le falta decisión y
energía para realizar todas las tareas programadas, le da pereza salir de casa,
no sabe qué ponerse, qué transporte elegir, y su indecisión y ambivalencia le
hacen llegar tarde (o incluso no llegar) a muchas de sus citas.
Luego, la puntualidad, ¿es una virtud perdida o nunca tenida?. Una frase muy conocida dice así: “La puntualidad es una virtud si no te importa sentirte solo”.
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