NEGAR
LA RESPONSABILIDAD PROPIA
Culpar a los demás es antigua “estrategia” iniciada desde
el Edén. Parece ser una acción consoladora o gratificante en momentos difíciles
de la existencia. ¿Por qué
no se asume responsablemente
las consecuencias de los actos propios antes que culpar a los demás?.¿Cuál es la razón para sentirnos víctimas de
todo y de todos?
Con harta frecuencia oímos decir: por
culpa tuya arruiné mi vida; vos me engañaste, desde que te conocí, mi
vida es un infierno, etc. etc. Culpar a los demás de mis
fracasos es no aceptar la responsabilidad de mi vida. ¿Acaso somos máquinas
manejables por otros?
Es que muchos autovictimizados se
enfrascan en el rol de aichinjaranga (pobrecito), de haber nacido para sufrir
“nomás luego”, víctima de las adversidades de la “perra vida”, y se venden como
mártires de la inquisición posmoderna.
Una de las causas, tal vez se deba, al
crudo resentimiento guardado contra el semejante: profesor, vecino, párroco,
jefe, compañero de trabajo o estudios, etc. Peor todavía, si el “culpable” de
tus desdichas es un cercano familiar.
Pregunta: ¿Son en realidad, culpables de
lo que nos sucede en la vida, todas las personas citadas anteriormente?.
Respuesta: No lo son. Cada uno carga
con la responsabilidad de vivir su vida como quiere o planea. Negarlo, es falta
de coraje y deshonestidad. Cada quien es responsable de diseñar su destino,
recuerda José Ingenieros.
Si llegas tarde a tu destino culpas al
tránsito pesado, al calor o a la hora que pasa rápido. Cualquier tropiezo que
aparezca en el camino, es culpa de terceros. Es una muy buena manera de
desdibujarnos como personas. Mientras siempre echemos la culpa a los demás,
nunca seremos lo que estamos llamados a ser: Libres.
No es digno respirar por bronquios de
otros, pensar con la cabeza de otros, y actuar conforme a la voluntad ajena.
Todo lo que hacemos o dejamos de hacer es exclusiva responsabilidad individual,
al menos en cuanto nos consideramos libres.
Cada uno somos administradores y únicos
responsables de nuestra vida. No es correcto dejar en manos de otros el hilo
conductor de nuestra existencia. No somos muñecos en manos de quienes llevan
una vida de circo. Tenemos señorío sobre cada una de nuestras decisiones. Cada
quien construye la tarima de su existir. Negarlo es irresponsabilidad.
Conclusión: Culpando siempre a los
otros, nunca maduraremos en la vida. Culpando siempre a otros no nos hará nada bien…
porque todo error que cometemos nos hace crecer. Además, culpando a otros nos
hace estar en conflicto con lo demás, porque siempre y solo los otros, tienen
“la culpa”; nunca nosotros.
No asumir las consecuencias de nuestros
propios actos, es cobardía. Actuar como víctimas todo el tiempo nos vuelve
tóxicos e insoportables, pues nadie quiere estar con gente negativa. Bueno es recordar
a Einstein: “El mundo es un lugar peligroso, no por aquellos que hacen el mal, sino por
los que lo ven y no hacen nada”.
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