sábado, 16 de abril de 2016

¡POR TU CULPA…FRACASÉ!

                      NEGAR LA RESPONSABILIDAD PROPIA  

Culpar a los demás es antigua “estrategia” iniciada desde el Edén. Parece ser una acción consoladora o gratificante en momentos difíciles de la existencia. ¿Por qué no se asume responsablemente las consecuencias de los actos propios antes que culpar a los demás?.¿Cuál es la razón para sentirnos víctimas de todo y de todos?

Con harta frecuencia oímos decir: por culpa tuya arruiné mi vida; vos me engañaste, desde que te conocí, mi vida es un infierno, etc. etc. Culpar a los demás de mis fracasos es no aceptar la responsabilidad de mi vida. ¿Acaso somos máquinas manejables por otros?

Es que muchos autovictimizados se enfrascan en el rol de aichinjaranga (pobrecito), de haber nacido para sufrir “nomás luego”, víctima de las adversidades de la “perra vida”, y se venden como mártires de la inquisición posmoderna.

Una de las causas, tal vez se deba, al crudo resentimiento guardado contra el semejante: profesor, vecino, párroco, jefe, compañero de trabajo o estudios, etc. Peor todavía, si el “culpable” de tus desdichas es un cercano familiar.

Pregunta: ¿Son en realidad, culpables de lo que nos sucede en la vida, todas las personas citadas anteriormente?. Respuesta: No lo son. Cada uno carga con la responsabilidad de vivir su vida como quiere o planea. Negarlo, es falta de coraje y deshonestidad. Cada quien es responsable de diseñar su destino, recuerda José Ingenieros.

Si llegas tarde a tu destino culpas al tránsito pesado, al calor o a la hora que pasa rápido. Cualquier tropiezo que aparezca en el camino, es culpa de terceros. Es una muy buena manera de desdibujarnos como personas. Mientras siempre echemos la culpa a los demás, nunca seremos lo que estamos llamados a ser: Libres.

No es digno respirar por bronquios de otros, pensar con la cabeza de otros, y actuar conforme a la voluntad ajena. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer es exclusiva responsabilidad individual, al menos en cuanto nos consideramos libres.

Cada uno somos administradores y únicos responsables de nuestra vida. No es correcto dejar en manos de otros el hilo conductor de nuestra existencia. No somos muñecos en manos de quienes llevan una vida de circo. Tenemos señorío sobre cada una de nuestras decisiones. Cada quien construye la tarima de su existir. Negarlo es irresponsabilidad.

Conclusión: Culpando siempre a los otros, nunca maduraremos en la vida. Culpando siempre a otros no nos hará nada bien… porque todo error que cometemos nos hace crecer. Además, culpando a otros nos hace estar en conflicto con lo demás, porque siempre y solo los otros, tienen “la culpa”; nunca nosotros.

No asumir las consecuencias de nuestros propios actos, es cobardía. Actuar como víctimas todo el tiempo nos vuelve tóxicos e insoportables, pues nadie quiere estar con gente negativa. Bueno es recordar a Einstein: “El mundo es un lugar peligroso, no por aquellos que hacen el mal, sino por los que lo ven y no hacen nada”.

Si en vez de criticar y culpar siempre al otro, yo tratara de ser más responsable tan solo, un 1% cada día… el mundo sería fantástico…para mí y para quienes me rodean.

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