¡¡QUERIENDO... Y HACIENDO!!
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No es necesario ser expertos para probar la existencia de una crisis profunda en el terreno moral. Así las cosas, esta crisis suele describirse como “un descenso del nivel ético de la humanidad”. Aunque caminamos una marcha ascendente en la posmodernidad, no por eso dejamos de constatar conductas que nos llevan a vivir momentos de “involución” moral.
Esta desmoralización podemos comprenderla desde tres niveles diferentes de profundidad: El primer nivel se identifica con la inmoralidad; el segundo con la permisividad y el tercero, con amoralidad. “El mundo es un lugar peligroso, no por aquellos que hacen el mal, sino por los que ven y nada hacen”. (A. Einstein). ¿Por qué las personas, nada hacen ante tantas maldades e injusticias cometidas frente a ellas?
Quizá sea por no comprometerse.
Enfrentar el mal supone “desproteger el propio yo”, por no caer antipático ante
los demás. Luego, la opción es hacerse el ñembotavy.
Esta opción desdibuja la honestidad y refuerza la cobardía, arropada bajo el
concepto de “prudencia”.
Por qué deshonestidad: porque
advirtiendo que algo está mal, el sujeto adquiere el síndrome de Pilato,
negando la verdad y poniéndose a favor de la mentira. Y la cobardía no
desaparece con el lavado de manos. Así no se marca la diferencia. Prevalece
saludable el “qué dirán”, es decir, la dictadura de la opinión común.
Otra posible causa podría deberse al
hecho de no quebrantar “la tranquilidad”, porque, “meterse donde no te llaman”
es salir de tu zona de seguridad. Mantenerse pasivo –con bajo perfil – hace
sentirnos seguros. No te metas con nadie y la vida continúa, es decir: “vive tu vida y deja vivir”. Si no
molestas…nadie te molestará. Si nada haces, nada te irá mal.
“El hombre que se ignora a sí mismo, desconoce su dignidad y es un
juguete, mejor dicho, una cosa cualquiera que no merece respeto ni se hace
respetar”. (cfr. José R. Ayllón-
“Desfile de Modelos). ¿Cómo rehacer nuestra sociedad?... no queda ya principio
ni autoridad moral alguna. La autoridad perdió credibilidad; triunfa el relativismo
traducido en la falta de respeto a principios, haciendo al hombre un animal que
persigue sus instintos sin frenos y sin barreras.
Pero no todo está perdido. “Los derechos y obligaciones de los padres
como educadores de los hijos no deben limitarse al hogar. Ha de extenderse a la
calle, a la plaza, al cine, a la cancha. A los padres compete, por derecho
propio la facultad de ser legisladores de nuestros hijos en la formación
cultural y social, moralizando los espectáculos, modificando los horarios de locales
nocturnos, etc…
Derechos y deberes que sólo podremos hacer valer si los padres nos
asociamos. El mejor servicio que los padres podemos prestar a la humanidad es
la buena educación de los hijos. Sólo el mal procede espontáneamente en el
interior del hombre, el bien exige un trabajo intenso. De la educación
dependerá el carácter moral del hombre del mañana. “El hombre es más por educación
más que por nacimiento”.
Si el hombre es lo que come, su educación es un problema de
alimentación; más, si estamos convencidos de que el hombre es lo que conoce y
ama, lo que desea y persigue, entonces, su educación es un problema de
alimentación del espíritu, que los padres debemos moldear con paciencia,
desinterés, celo y fe”. (cfr. Joxe Azurmendi - “El Hombre Cooperativo” p.
77-78).
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