sábado, 2 de abril de 2016

SOBRAN LAS PALABRAS…

CUANDO LOS HECHOS “HABLAN”


Conocido es el dicho: Tus actos hablan tan alto, que no me dejan oír tus palabras. Esto supone, a priori, incoherencia. En el cotidiano caminar, una persona es etiquetada por sus logros; por lo que hace; por lo que concreta; por lo que aparenta...

Cuando los hechos hablan las palabras sobran: la comadreja no necesita decir que es una comadreja, por el olor se sabe lo que es. Al igual que un perfume, para enterarse que el perfume es tal, basta con su fragancia. Aunque el perfume haya acabado, su fragancia queda impregnada en el ambiente.

Los hechos valen más que mil palabras. Jesucristo a través de su propia vida como ejemplo, quiere enseñarnos lo importante que es dejar que nuestros hechos hablen más que nuestra boca. No pocas veces hablamos más de lo que en realidad somos. Y luego, los hechos se encargan de desmentirnos y avergonzarnos. Aquí cabe preguntar, ¿Quién soy yo cuando nadie me ve?

Por consiguiente, los hechos de quien se declara cristiano, han de ser al menos,  estos tres: Honradez: y no solamente con el dinero o bienes materiales en cargos públicos... ¿cómo esta nuestra honradez en cuanto al tiempo, si somos cumplidores con nuestros compromisos, a qué hora llegamos a las citas…? El que es fiel en lo poco, lo será en lo mucho… (cfr. Lucas 16:10). 

Responsabilidad: Hemos de ser responsable con lo que nos delegan, con los compromisos que asumimos libremente. ¿Lo hacemos bien y a tiempo…o vaí vaí?. Responsabilidad es asumir las consecuencias de los propios actos, es decir, rendir cuentas a alguien sobre nuestras acciones.

Educación: Entendiendo por tal, no el aspecto académico solamente. Haciendo una auditoría moral de nuestros valores en la simplicidad de lo cotidiano con los demás: ¿saludamos, agradecemos,  respetamos al otro?, etc. Estos, solo por mencionar algunos de los hechos que pueden hablar más fuerte que las palabras.

Si hay algo que nos cuesta en esta vida es ser coherentes. Vivimos en permanente batalla interior. Se enfrentan lo que debemos hacer con lo que queremos hacer. Muchas veces nuestro discurso va por un lado y nuestras acciones por otro. La antigua máxima: “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, no pierde vigencia y sigue con “buena salud”.

Hay momentos en que sobran ganas de ponernos como “juez” y reprochar a los demás sus incoherencias. Gritarles: ¿cómo es que predicas una cosa, mientras acabas haciendo lo contrario…?... Pero… ¿no hago yo lo mismo o algo peor, una y otra vez?

En fin, la vida es así, un mar de contradicciones en el que estamos inmersos. Algunas de las tantas incoherencias: a) Exijo puntualidad, pero nunca llego a hora y siempre presento excusas. b) Me agrada y valoro la generosidad de los otros, pero me cuesta no ser tacaño. c) Odio que me mientan, pero sin embargo…miento. d) Exijo eficiencia, pero soy bastante ineficiente. e) Alardeo de ser frontal, llamo a las cosas por su nombre,  pero no admito que señalen mis bajezas.

Jesucristo ofrece una fórmula para conocer a los suyos. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?. Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.” Si quieres conocer a alguien, mira lo que hace. (Mateo 7: 16- 17).

Coherencia es una virtud que no se consigue con recetas rápidas. Toda transformación de la conducta requiere tiempo y esfuerzo. Perseverancia es la clave para cultivar la mente, fortalecer la voluntad y disciplinar la conducta, dirá el maestro Secundino Núñez. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario