Algunas veces -dice aquel psicólogo- se relaciona la depresión con la baja autoestima, el rechazo o incapacidad de relacionarse, cuando alguien se juzga incompetente social.
Así, la pregunta: ¿Por qué mis padres y mis hermanos no me quieren, no se preocupan por mí? ¡Me rechazan; No tengo familia ni amigos…nadie me quiere! ¿Qué hacer? Quizá un recto examen de conciencia me conceda la respuesta:
“¿Controlo mis emociones o soy un barril de pólvora que pelea con todo el mundo y por cualquier cosa? ¿Doy casi nada…pero quiero recibir mucho? Creo merecer lo mejor… pero nada hago para lograrlo?”
Naturalmente, los humanos necesitamos relacionarnos con los otros. Todos necesitamos un círculo en el cual apoyarnos. Dice un escrito recibido: “A veces en la vida hay más motivos para sentirnos mal: decepciones, mentiras, maltrato, ingratitud, calumnia.
Quizá te lastimaron y la vida se hizo difícil. Es triste,
perdiste la esperanza, no confías en nada, ni en nadie, ya no tienes razón de
vivir. Pero, siempre el Señor Jesús nos dice: ¡Levántate, resplandece…Con mi
paz el dolor, la angustia y tristeza desaparecen!
Es tiempo de dejar lo que te ata y causa dolor y cambiarlo por el gozo divino. No estás solo; Dios te ama, sustenta y llama a disfrutar de su presencia, cuidado y su gracia.
En esta vida es necesario ser consciente de que tendremos que enfrentar distintos tipos de desafíos o situaciones adversas: debemos estar preparados. ¿Cómo salir victoriosos? Buscando en Dios, fortaleza, inteligencia y sabiduría para superar los obstáculos.
Necesitamos de entereza, coraje, determinación y habilidad. Encomendando nuestras causas al que no perdió ni una batalla. Debemos ser dóciles y humildes para reconocer nuestros errores, y obedecer a Dios en todo de manera a obtener el resultado esperado.
Oigamos a Pablo: El Señor me dijo: “Mi
amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la
debilidad”. Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose
sobre mí el poder de Cristo.
Y me alegro también de las debilidades, insultos, necesidades, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy. (2 Co 12:9-11)
Así que, las buenas relaciones se dan de una manera fácil, sin exigir ni forzar nada. Solo disfrutemos de la presencia del otro, compartir ratitos y vivirlos juntos con plenitud. Un amigo siempre está cuando lo necesitamos.
“Este es el Dios que tienes. Uno que te conoce mejor que tú mismo. Él conoce todas las situaciones en tu vida. Nunca ha abandonado a nadie. Él sostiene a cada una de sus creaciones preciosas en la palma de su mano”. Isaías 49: 15-16.
El amor y respeto no se mendigan... ¡hay que ganárselos!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario