Reflexión
Alrededor de cuatro siglos antes de Cristo, decía el poeta griego Palladas: "el cuerpo es una aflicción del alma; es su infierno, su fatalidad, su carga, su necesidad, su cadena pesada, su atormentador castigo".
Como puede apreciarse en estas frases, los antiguos siempre han despreciados sus cuerpos. En otros términos, el cuerpo era como un enemigo a quien había que combatir, castigar y humillar constantemente. Consideraban como obligación albergar un alma noble dentro de una sucia prisión corporal.
¿Qué ha ocurrido en nuestros tiempos con estas creencias que infravaloraban el cuerpo? Todo lo contrario. De la "hipo" valoración a la "hiper" valoración, a una verdadera mitificación del "estuche".
El cuerpo ya no es la aflicción del alma; es la persona total. Hoy se lo exhibe sin pudor su desnudo integral en la playa, en la calle, en el shopping o en la Iglesia.
La patología por guardar la línea, la dieta, la eliminación de arrugas, los masajes, la "chocolaterapia", "bambuterapia" y demás promocionadas "bolaterapias", evidencian esta idolatría al cuerpo.
Del puritanismo erótico hemos saltado al hedonismo sexual. Los cuerpos han asesinado a sus espíritus. Los espíritus no se ven, no se aprecian, no se venden.
Los cuerpos son los únicos que se ven, se aprecian y además, se venden; por tanto, hoy se libran verdaderas batallas para prolongar la imagen y la belleza. Entonces aparece la nueva versión del "tuneado corporal", como se hace con un rodado - automóvil, moto - o cualquier otro objeto.
Frente a este mega-desorden-posmoderno-establecido, es menester recordar las palabras de S. Pablo: "Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen"
Los libertinos del ayer decían que la relación sexual no era otra cosa que la satisfacción de un apetito natural, tan lícito como comer y beber.
Si uno puede cambiar la comida cuando quiere ¿por qué no puede también tener relaciones sexuales con cuantas mujeres quisiera?
¿Acaso no está hecho el organismo para sus deseos? ¿Acaso cada quien no puede hacer lo que se quiera con su cuerpo? ¿No piensan así hoy los libertino-intelectualoides, pontífices de las verdades a medias que pululan nuestra galería social?
Comer y beber son necesidades biológicas para la vida en este mundo, y por eso, Dios ha destinado los alimentos, las bebidas y el sexo para que lo usemos sabia y prudentemente.
Comer y beber con moderación cuando se tiene hambre y sed, es lícito y necesario. La gula y la borrachera son un error. La relación sexual entre los esposos es adecuada y necesaria, pero la fornicación, el adulterio, la promiscuidad no deben tener cabida en la vida del cristiano, por muy posmodernos que nos sintamos. ¿Quién desconoce lo dicho? ... y sin embargo.......
Hace falta, por consiguiente, tomar conciencia de la dimensión superior del hombre: "su dignidad". Esta palabra no es tan fácil de entenderla en su real sentido, por eso, lamentablemente, a muchos le da igual vivir como "perro", "chancho" o "vaca".
Si pensar, es el acto más sublime de la inteligencia, pensemos es estas palabras de S. Pablo: "¿No saben ustedes que su cuerpo es Templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el Espíritu Santo vive en ustedes? (1ª Cor. 6,19)
Este artículo, como otros, puede recibir amargas críticas, por su contenido "vaticanista, medievalesco y transnochado", pero, si mínimamente ayudara, tan solo a una persona a reflexionar sobre tan elevada realidad, habrá valido la pena soportar venenosos dardos.
No está demás ir preparándonos para recibir muy pronto al Niño Jesús; barrer, iluminar y airear el templo para que, Aquel que no se puede contener en el universo por su poder y su gloria, habite gustosamente en nuestro interior, que no es sino, templo de Dios.
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