Un "lujo" necesario
A pesar de los buenos pronósticos económicos para el 2010, el 50% más uno de la población, sigue por debajo de la línea de la pobreza, según refieren datos oficiales.
Se sigue, en consecuencia, que la "austeridad" es un práctica que se impone implementar, ya. Los cotidianos problemas sociales así nos lo demuestran. ¡Todo está muy caro se oye decir aquí y allá! Es la queja generalizada.
Asumir un estilo de vida sereno, no consumista y reduciendo el consumo a un mínimo, es tarea saludable para el bolsillo.
Que bueno es recordar a Sócrates quien exclamaba en medio de las abarrotadas y consumistas calles de Atenas: "¡Cuánto es lo que no necesito, y lo que necesito, cuán poco lo necesito!"
La persona profunda es austera; la persona superficial, en cambio, posee la rara "habilidad" de producir el "milagro" de terminar creyendo y haciendo creer que lo innecesario se necesita, diría el profesor Carlos Díaz. (El hombre, animal no fijado)
La austeridad define a la persona. Un desaforado homo consumens termina siendo consumido por el consumo que lo consume. Y si nos rodeamos de gruesas capas de consumo terminaremos aislados e insensibles a la necesidad ajena y a la propia voz de la propia conciencia.
No planteo que seamos austeros por deporte, o por moda, sino porque queremos caminar sobrios por este pedregoso sendero económico que cada día nos agobia.
Quien se plantea austeridad es quien puede salir de ella - agrega C. Díaz - no el que forzosamente está en ella, pues el mendigo de la calle no se plantea el no tener, sino el tener, y es su obligación. He aquí la gran diferencia.
Ejemplo: Hay escasez de agua. Yo me ducho menos, aunque sé de vecinos que derrochan miles de litros en sus piscinas. Los despilfarros son enormes. "Unos pocos derrochan en perjuicio de muchos".
Mientras algunos pocos despilfarran el agua, ¡muchos no tienen para beber! Con la energía eléctrica ocurre lo mismo. Pero mi condición de responsable y orientado al bien común, me obliga a ser austero, hagan lo que hagan los inconscientes, quienes sin pudor ni rubor, "desparramarán al mundo" su tan cacareado bienestar.
Así vemos chicos que poseen dos aparatos celulares pero los padres no tienen dinero para la inscripción escolar; el padre sin trabajo adquiere una motocicleta o un equipo de sonido, pero no puede abonar la primera cuota, y demás etcéteras harto conocidos.
La austeridad es compatible con el dolor y la necesidad del prójimo. Es verdad que mucho de esta maximísera existencia es producto de nuestra titánica ignorancia, pero mientras tanto, los cristianos, podemos y debemos compartir lo que tenemos -cosas- y somos -educación- con el prójimo que no tiene.
Como diría San Juan Crisóstomo, si se miran las cosas a fondo: "en la sobriedad está el propio deleite" Ojalá que nuestra serena reflexión cuaresmal nos oriente a replantear nuestras vidas en Dios y sea Él la brújula que nos indique el correcto pensar, decir y hacer.
Austeridad, un lujo, pero un lujo de despojarnos de lo superfluo, un lujo bendito que comienza por educar mejor los hábitos del deseo por anhelar "ser más" que "tener más".
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