martes, 26 de mayo de 2015

EL QUE QUIERA SER MÁS GRANDE E IMPORTANTE…

¡¡QUE SE PONGA EN EL ÚLTIMO LUGAR!!

¿Qué historia es esa de ponerse en los últimos lugares si  hoy, más que nunca la “profecía social” manda estar al frente con bombos y platillos? ¿Acaso ponerse en el último lugar no evidencia baja autoestima?

Nuestra naturaleza caída prefiere estar arriba, ocupar el primer puesto en lugar del último; ser importante en lugar de pasar por el mundo como un desconocido; ser servido y aplaudido por los demás, en lugar de hacerse servidor.

“Ustedes saben que los jefes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. Pero no será así entre ustedes. Al contrario. El que de ustedes quiera ser grande, que se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el primero, que se haga el esclavo de todos” (Mateo 20, 25-27)

El venerable San Gregorio I Magno (Papa año 590) hizo una minuciosa manifestación de la gloria vana. Se puede buscar desordenadamente la propia excelencia de dos modos: ) Directamente: o con las palabras, entones tenemos la autosuficiencia: o con hechos- sin son falsos – tenemos la hipocresía.

2º) Buscando la propia excelencia indirectamente, puede mostrarse superior a otros. Y esto puede hacerse de cuatro Modos: (a) con respecto a la inteligencia con la que uno se apoyo exclusivamente en su propio parecer, negándose a aceptar la opinión del otro. Entonces tenemos la pertinacia (obstinación, terquedad, tozudez).

(b) Respeto a la voluntad. Entonces aparece la discordia cuando se impone la voluntad propia la del otro. (c) Respecto de la palabra, entonces uno discute en voz alta, con prepotencia e intimidación y (d) Respecto a los hechos, entonces asoma la desobediencia, al negarse a cumplir los mandatos de sus propias obligaciones.

“Maldito orgullo que vive en nosotros”, porque es la raíz que entrega su sabia para alimentarnos del hambre de gloria y de la incansable búsqueda de reconocimientos para nosotros, y que nos tortura cuando nuestra opinión no ha sido considerada de valor. “Maldito orgullo que vive en nosotros”, porque nos motiva a atacar a otros por sus ideas, solo para que piensen que las nuestras son mejores, porque nos amarga que sea más, mejores y que no tomen en cuenta las nuestras, dirá Pedro Sergio Antonio Donoso Brant.

Provechosos es recordar lo dicho por el monje alemán Tomás de Kempis (1380-1471): «No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más».

El orgullo busca lo suyo propio y anhela la alabanza de los hombres. El orgullo lucha por tener un gran nombre, título propio y gran popularidad. El orgullo ama la publicidad y desea ser el centro de atención, y le preocupa más la opinión de los demás que la de Dios (Jn.5:44).

El humilde, aunque posea abultada cuanta bancaria y casa principesca, no hace grosera ostentación de riqueza como hacen muchos policías, jueces, fiscales, funcionarios públicos y demás morales quienes sin rubor, socializan su “hazaña” por las redes sociales.

Que Pentecostés, en la persona del Papa Francisco nos rocíe nuestra querida tierra, con alguna dosis de decencia y honestidad en ocasión de su próxima visita al Paraguay… ¡¡AMÉN!!

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