viernes, 1 de mayo de 2015

NUESTRA POLÍTICA PARTIDARIA

¡NECESITA  SER  RESTAURADA!

Antes y ahora hubo malos políticos como hay malos profesores, comerciantes, abogados y tantos malísimos profesionales. Sin embargo, de un tiempo a hoy, la imagen de los dirigentes políticos, de este o aquel signo partidario, fue en larga medida, la más desfavorable.

Nuestro inacabable tránsito hacia la democracia tropieza con grandes escollos como la demagogia, carencia de dirigentes idóneos, decadencia social y galopante corrupción. Tras larga dictadura, la lucha parece seguir en pie, entre los nostálgicos defensores de antiguos privilegios, y los nuevos defensores de la democracia sin experiencia -  entre quienes, los reciclados no faltan - hijos de aquellos que defienden sus intereses con dientes largos y afilados.

Además, al decir de Secundino Núñez – cfr. Sociedad y Política, p. 125 – la insensatez y ridículas gestiones del Supremo Magistrado (y demás poderes del estado, agrego), no son sino, es espejo vivo en que se muestran el infantilismo y chatura de gran número de nuestros políticos. De otra manera no se explica esta miserable situación en que yacemos”.

El fenómeno del desprestigio de la clase política parece afirmar con sus conductas que solo buscan “tener poder para tener más”; que la mayor ansiedad es amasar fortuna personal a cualquier costo y que las necesidades de salud, educación y seguridad de sus compatriotas son totalmente secundarias.

Los políticos son gente común y corriente que no entienden o no quieren entender lo que en campaña electoral se comprometen una y otra vez, desempeñar una función calificada, exigente, necesaria, delicada y útil para la sociedad. Nadie los ha obligado a postularse a este o aquel cargo.

El político, además de honesto, ha de saber elegir a sus asesores y no dejarse manipular por su entorno, generalmente, bufones. No es necesario que sean genios, como tampoco es necesario que sean líderes mesiánicos. Basta que hagan simplemente lo que deben y prometieron hacer.

Tienen que ser lo suficientemente creíbles y confiables para obtener la adhesión de la mayoría. Tienen que evitar esclavizarse por las encuestas de opinión y no “derretirse por los comentarios acaramelados de los farsantes que siempre merodean la “presa”. Es decir, han de superar la fácil tentación de contagiarse con el “síndrome de Nerón”,  un pobre imbécil con aire de grandeza por su enfermiza adicción a la groteca adulonería.

En fin, deseable es que nuestros políticos recuperen la serena reflexión, la honestidad, el respeto a sí mismo y a los demás, pues muchos actúan como si fueran gerentes generales del universo, creyendo estar en la cresta de las olas, no advierten que apenas son sucias espumas en la vera del mar.

La sociedad debe exigirle y a la vez, respaldarlo, darle poder, pero controlarlo. Debe trabajar con sus compatriotas, para hacerse mutuamente dignos. Ya no más políticos ladrones, asesinos, narcos, adúlteros sodomíticos-gorrominos. Afortunadamente, el género humano vive y sobrevive gracias al amor y entrega de unos pocos buenos políticos, decía una antigua sentencia romana.

Y nosotros - con Secundino Núñez decimos - por encima de nuestras escuálidas y hasta caducas esperanzas, tenemos que enarbolar una fuerte esperanza en las riquezas soterrada que el pueblo paraguayo lleva dentro de sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario