¿CÓMO SOMOS,
REALMENTE?
“Cuentan que en un parque municipal y jardín botánico de París
(Francia) visitaron una exposición de bonsáis. Allí vieron un haya
(árbol de 40 m de altura) en miniatura que tiene 60 años pero su tamaño es como
el de una gran coliflor. Sus hojas no son más anchas que una uña.
También vieron
un arce
(árbol de hasta 40 m de altura) de 80 años cuyas raíces caben en una simple
maceta. Porque se puede obtener este resultado, contrario a la naturaleza,
tallando las raíces y manteniendo el vegetal al límite de la supervivencia”.
Haciendo un
paralelo con el humano; ¿Será posible que nuestra vida cristiana se parezca a
esos grandes árboles en miniatura? Es que, no pocas veces, nuestra vida espiritual
es tan enclenque, aun teniendo cualidades de alto quilate. Si Dios creó a los
grandes árboles para que crezcan en el bosque, fuertes y vigorosos, es así como
deben ser, no para que vegeten en una estantería.
¿Cómo se entiende
que muchos cristianos viven una vida de bonsái como en una planterita diseñada
por el “qué dirán y demás “profecías sociales”? ¿Qué pasó de la
libertad del hombre regalada por su Creador? Hace falta vivir en verdadera libertad,
esa libertad y paz que produce la conducta sin doble moral, es decir, con
coherencia entre lo que se dice y se hace.
Afirma Ricardo Yepes S. en “Fundamentos
de Antropología” p. 321: “Los hombres somos diferentes, porque somos
irrepetibles, Vivimos situaciones diferentes, nuestro carácter, gustos,
biografía, hábitos adquiridos y cultura son distintos…..
La diferencia es una riqueza que no riñe
con la igualdad, si entendemos ésta como ausencia de inferioridad. Los hombre
somos iguales porque somos semejantes y al mismo tiempo, distintos. La
semejanza procede del hecho que somos Persona, dueña de razón, voluntad y
libertad. En palabras sencillas: somos llamados a ser robles, es decir, somos personas
dotadas de gran resistencia y fortaleza.
Entonces, ¿por qué vegetar como un bonsái, empequeñecido, rehén de tanta ignorancia
y prepotencia, propia de nuestra irredimible imbecilidad…. pudiendo ser robles?
Demos el primer paso
desechando la mentira: Sabemos –dice
C. Díaz - la mentira consiste en decir que lo que no es, “es” y lo que es, “no es”.
Por eso, quién miente, rompe la realidad y se rompe a sí mismo. El primer
efecto de la mentira es la fractura de lo real y la auto-fractura. Tratando de
justificarnos nos convertimos en injustos por culpa de la mentira….
El segundo efecto de la mentira es la ampliación
de la mentira en forma de injusticia y nos convertimos en esclavos de la
mentira misma, pues quién miente una vez, se ve obligado a mentir dos veces,
para intentar camuflar la mentira primera y así, sucesivamente.
Al final vivimos en la
irrealidad, huyendo también de nosotros mismos, no queriendo saber cuál es
nuestra realidad. Si la mentira pide mentira, la verdad pide socializar la
verdad, mirarla cara a cara, aunque duela, pero con amor: odia el delito y
compadece al delincuente, para que no vuelva a delinquir.
Oigamos al Maestro decir: “Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra… conocerán la verdad y la
verdad los hará libres.”(cfr. Jn 8,32). Luego, cada uno decide ser bonsái o roble…..
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