¡¡LAMENTABLEMENTE NADA!!
La Carta Encíclica Evangelium Vite de San Juan Pablo II, trata sobre el valor y el carácter inviolable de la vida
humana, entre otras cosas, dice:
El hombre está llamado a una plenitud de
vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que
consiste en la participación de la vida misma de Dios. A las tradicionales y dolorosas plagas
del hambre, las enfermedades endémicas, la violencia y las guerras, se añaden
otras, con nuevas facetas y dimensiones inquietantes. Ya el Concilio Vaticano
II, en una página de dramática actualidad, denunció con fuerza los numerosos
delitos y atentados contra la vida humana (…)
“Todo
lo que se opone a la vida, como los homicidios de cualquier género, los
genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que
viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas
corporales y mentales, incluso los intentos de coacción psicológica; todo lo
que ofende a la dignidad humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los
encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la
prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; (…) son totalmente contrarios
al honor debido al Creador ».
Por desgracia, este alarmante panorama,
en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas perspectivas
abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de
agresión contra la dignidad del ser humano (...) amplios sectores de la opinión
pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos
de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la
impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de
practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las
estructuras sanitarias.
En la actualidad (…) opciones, antes
consideradas unánimemente como delictivas y rechazadas por el común sentido
moral, llegan a ser poco a poco socialmente respetables. La misma medicina, que
por su vocación está ordenada a la defensa y cuidado de la vida humana, se
presta cada vez más en algunos de sus sectores a realizar estos actos contra la
persona, deformando así su rostro, contradiciéndose a sí misma y degradando la
dignidad de quienes la ejercen (….)
El resultado al que se llega es
dramático: si es muy grave y preocupante el fenómeno de la eliminación de
tantas vidas humanas incipientes o próximas a su ocaso, no menos grave e
inquietante es el hecho de que a la conciencia misma, casi oscurecida por
condicionamientos tan grandes, le cueste cada vez más percibir la distinción
entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental mismo de la vida
humana.
A diario, dice el P. Antonio Rivero, las páginas de los periódicos, los
informativos de la Tv, nos sirven nuestra
ración de muertos. Cruzan por nuestras pantallas los tanques de la
destrucción. El hombre de la metralleta y los disparos, parece haberse
convertido en huésped permanente de nuestra sobremesa. Ahora no hace falta ir a
la guerra, porque es la guerra la que nos persigue a nosotros y ha entrado en
nuestras casas y en nuestros colegios.
Y conste que no hablamos
todavía del suicidio, de los contraceptivos, abortivos, pena de muerte, etc,
pero de momento, lo dejamos por aquí, y seamos dóciles a la inspiración del
Espíritu Santo, no sea que por enflaquecida desesperanza, sucumbamos a la
tentación de pensar vivir en otro planeta.
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