miércoles, 27 de mayo de 2015

VIRTUD DE LA HUMILDAD

                                    CONTRA El SÍNDROME DEL “PAVO REAL”

Es curioso constatar que la vanagloria es una segunda piel en muchísimas personas. Parece ser una patología igual al dengue: ataca a distintas profesiones, edades y condiciones sociales, pero la vanidad usa máscara, en vez de mosquiteros y repelentes. La victimas de vanagloria, sacrifican sus verdaderos rostros en el altar de la apariencia para conseguir admiración, valoración y respeto de su entorno.

Apuestan por el culto a la imagen como camino hacia el éxito y la felicidad, dice Irene Orce en su Blog de coaching y desarrollo personal. Y agrega: “De ahí que necesiten alardear de sus cualidades y presumir de sus triunfos. Sin embargo, quienes viven demasiado pendientes de dejar claro el propio mérito en todo lo que hacen suelen pagar un precio muy alto. Se convierten en esclavos de su propio disfraz”.

El perfil ético del buen profesional no es fácil ejercitarlo con prudencia, veracidad y fidelidad. Obstáculos y resistencias aparecerán, incluso desde los más próximos – lugar de trabajo, hogar, organizaciones sociales - , a causa de la incansable e insidiosa presencia del mal, aquí y allá, ahora y después.

Así las cosas, es necesario incorporar al ethos fortaleza profesional, magnanimidad y magnificencia. ¿De dónde obtendremos tales virtudes? Respuesta: En el interior o conciencia de cada uno. El profesional honesto y sobre todo cristiano, debe ser consciente que no será pagado con aplauso mundano, porque no es aquí donde espera el premio y el honor definitivo.

La Fortaleza Profesional requiere entender que obrar con rectitud no es cosa de inútiles y resignados, porque obrar con decencia y contra corriente, sinónimo de noble valentía. El humilde es magnánimo y éste, no pone su firma en sus propias obras, sino que hace de ellas una proclamación de quien recibió dones y carismas. Nadie tiene algo que antes no haya recibido de Dios. A propósito, me viene a la memoria lo dicho por el cineasta español Luis Buñuel (1900-1983: “Soy ateo gracias a Dios

Magnanimidad no es hacer cosas peligrosas y temerarias, es la virtud moral de hacer grandes cosas, como conquistar una meta profesional elevada, progreso de la investigación científica al servicio del bien común, luchar por la civilización de nuestro pueblo, realización de obras sociales, etc. (cfr. Miguel A. Pelaez Ética, Profesión y Virtud p, 100).

De donde se desprende que “el magnánimo dedica sin reservas sus fuerzas a lo que vale la pena por eso es capaz de entregarse él mismo” (Homilía de Escrivá de Balaguer). Hay virtudes conexas con la magnanimidad como la magnificencia, que no se pueden ejercitar sin bienes materiales (dinero por eje.)

La magnificencia no es pomposidad - es, - la virtud de hacer magníficamente las cosas, porque aun gastando poco se puede ser “magnífico” (113). Si así obramos, aquel famoso dicho por Hebert Marshall Mc Luhan – sociólogo canadiense 1911-1980: “Una imagen vale más que mil palabras”, será sólo un complemento de quien sufre la enfermedad del “pavo real

Y si de profesor se trata el “profesional” que sea no sólo académicamente competente, sino además y sobre todo Integro. Porque hoy, mucho de lo que pasa por sabiduría – dice Carlos Díaz - no es sino pedantería academicista, ese tipo de ignorancia que distingue al universitario medio (o medio universitario). El verdadero maestro aupa al alumno para que éste vea un horizonte mejor. 

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