jueves, 9 de septiembre de 2010

¡TODOS MORIREMOS! ... ¿CUÁNDO...?

¡¡Advertencia...!! Válido sólo para cristianos inteligentes.

Pareciera que un sentimiento de vaciedad embarga al hombre posmoderno, haciendo que muchos no encuentren real sentido a sus vidas. Pero si nos tomáramos un tiempo para reflexionar sobre tan angustiante tema, pienso que:
- No derrocharíamos excesivo esfuerzo por acumular dinero.
- Daríamos más veces gracias a Dios por lo mucho que nos da, en vez de quejarnos por lo ínfimo que nos falta.
- Nuestras autoridades no se comportarían como pretores ni "tribunos de la plebe"
- Los cónyuges no cometerían tanto adulterio.
- Los solteros serían menos fornicarios.
- Los hombres no serían "lobo" para otro hombre...en fin, amplíe la lista a su gusto.
Es decir, nos alejaríamos menos de Dios, creeríamos más en su Palabra y no viviríamos en este insoportable caos. Además, muy provechoso será llevar en cuenta lo que dice S. Pablo: "Se muere una sola vez y después vendrá el juicio"
¿Es de inteligentes ignorar algo que es tan seguro como la muerte de cada uno? ¿Cómo no estar atentos a esta verdad, si el mismo Jesucristo nos advierte que estemos preparados y alertas? Hacer caso omiso a esta recomendación es reverenda estupidez. Aquí la palabra clave es: "Se muere una sola vez, luego vendrá el juicio" ¿Qué sentido tiene un juicio?
La certeza que tenemos es que en el tribunal celestial se impartirá real justicia. No habrá compra-venta de absoluciones. No tienen cabida jueces, ni fiscales, ni abogados corruptos y ladrones. No habrá hedionda chicanería, ni enanizado proceso como la práctica del retorcido derecho terrenal.
Ahora bien, ¿cuándo ocurrirá tu muerte, mi muerte, nuestra muerte? "Vivo la vida para obtener cosas, sudo y lucho para crecer, abrir mi negocio, cuentas bancarias, aportes jubilatorios, casa quinta, estancia, coches, honores, etc. Corre el tiempo y me ocupo de cumular bienes, seguridad, prestigio, aplausos, es decir, "Participo de la loca carrera del quien tiene más, en el menor tiempo posible y muchas veces, no interesando los medios"
Y, de repente, un día todo se acaba. Un día cualquiera, siento un extraño dolor en el pecho ¿infarto?; o al desvestirme, el espejo me muestra una mancha fea en la espalda - ¿qué será?; o bien, estoy conduciendo la motocicleta y sin darme cuenta hice una maniobra brusca... escuché bocinazo y... ¡zas! O quizá, esperando un colectivo en la parada un "tatacho" me atropella. Sigo imaginando....
En un instante, toda la carrera, el esfuerzo, los sacrificios, las preocupaciones y noches en vela... muere.... Todo termina y nada llevo conmigo, pues el último traje de madera con el cual me van a vestir, por muy caro y principesco que sea, no tiene bolsillo.
Suena espantoso ¿no? Pero es así. Ni la ciencia, ni la técnica, ni nadie NUNCA podrán cambiar esta realidad.
Nacemos llorosos, hambrientos, desnudos, necesitados, inacabados, con los puños cerrados; y moriremos con las manos abiertas y vacías. Nadie puede prolongar su vida ni siquiera una hora, por mucho dinero, prestigio, poder o belleza que posea. Nadie. Y todo esfuerzo por conquistar la inmortalidad será vano.
Y sin embargo, el hombre quiere desesperadamente prolongar su vida y no escatima esfuerzos en pos de su objetivo. Los faraones construyeron grandes pirámides llenándolos de riquezas materiales, esperando aprovecharlas en la "otra" vida. Pero los "mondahá kuera" se han llevado todo. ¡Pobre angá Faraón!
Hay quienes procuran vivir más allá de sus sepulcros. ¿No lo cree?
Pues, piense en aquellos que procuran extender su vida a través de las "glorias" del deporte; de los negocios; del arte; de la literatura; la política, etc.
Así lo tenemos, entre muchos otros a Mozart, Picasso, H. Ford, Hitler, A. Senna, "Che" Guevara,... e incluya usted otros individuos que viven como si nunca fueran a morir. Ya sabe a lo que me refiero.
No es secreto para nadie que Walt Disney, dispuso congelar su cadáver en su cementerio especial, esperando que la tecno-ciencia, pueda por algún medio, devolverle la vida. ¡Pobre angá señor Disney!
Suponiendo que alguien lograra vivir más allá de su tumba, por lo "inmortal" de su arte, prestigio, negocio, literatura o lo que fuera, ¿qué aprovecha el venerable difunto de todo aquello? ¡Nada! Lo cierto es que el cuerpo se pudre en la tumba y luego se vuelve polvo. Ni siquiera puede identificarse si el cadáver pertenece a un rico o a un paria. Haga la prueba, abra la tumba de un monarca y de un pordiosero. ¿Qué verá usted? Sólo osamenta.
Entonces, ¿qué sentido tiene buscar afanosamente padecer de "Depresión de la Abundancia? Ante este requerimiento, alguien podrá intentar inútilmente justificar: "En realidad yo no acumulo nada para mí, sino para mis hijos, pues no quiero que ellos sufran los malos momentos que yo he pasado.
" Mejor invertimos en su formación espiritual y académica, de tal manera que puedan forjarse por ellos mismos su destino.
Casos y casos registra la historia sobre personas que han heredado grandes fortunas, y con éstas también, grandes vicios:
- Vivieron en libertinaje, con todo el caos que ello significa.
- Perdieron el deseo de trabajar (¿para qué trabajar si heredan mucho dinero?)
- Despilfarraron sus bienes, al igual que el Hijo Pródigo.
- Y no pocos, a pesar de todo, se han matado.
Es mejor que los hijos hereden valores y principios correctos. Ello no quita que no debamos ayudarles a dar los primeros pasos como, obtener una casa u otro tipo de ayuda que les impulse a "arrancar" los primeros pasos en la vida.
LUNES|17|JULIO|2009

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