Un antiguo y conocido adagio reza: “No existe el mal absoluto”. Así las cosas y siguiendo esta línea de pensamiento -como ya alguien escribió- también quiero creer que existe un político decente. ¿Quién es, qué hace, de dónde es, dónde vive y cómo se llama, no lo sé. Pero creo que usted existe.
En estos días, previos a las elecciones del 22 de abril, en los cuales arrecia molestosos e inmisericorde propagandas y promesas de “bienestar y felicidad”, por parte de candidatos de este o aquel color, le digo "señor político honesto" que renuevo la esperanza que cuando usted llegue al poder, cumpla con al menos, parte de las promesas de sus colegas, los sempiternos y mentirosos políticos profesionales.
Creo que usted, con su honestidad no
robará a su hambriento, errante y maximísero pueblo. Creo que no llenará las
instituciones del Estado con su parentela.Tampoco la inundará de amantes y compinches; no se beneficiará con contratos amañados en perjuicio de la
escuálida y desnutrida “teta estatal”.
Como con algo se empieza, le pido sólo dos
cositas muy sencillas y de aplicación inmediata: en el primer año de su gobierno
(como Presidente, Gobernador, Intendente, Senador o miembro de cualquier otro
ente público):
1º) Limpie la institución pública a su
cargo sacando al ladrón y, 2º) Elimine la polución sonora y la suciedad en
nuestras ciudades. Son poca cosa para quien accede al cargo por cinco
años. (Atyrá, ciudad limpia y sin dengue es vivo ejemplo de que… se puede…si se quiere)
Si logra estas dos cositas, usted reafirmará su figura de funcionario honesto e íntegro. No será uno de esos
tantos delincuentes que a voz en cuello gritan sus hipocresías. Usted no solo conocerá,
sino además, pondrá en práctica lo que sabe. Entonces, el cacareado cuento (de Pinocho) que el Estado está al servicio del ciudadano, por fin, será
bella realidad.
Señor honesto, sé sin embargo, mi pedido, aunque casi nada, no le resultará fácil por estar rodeado de
una clase política sucia, de mala fama y larga lista de males que cometieron, cometen y al parecer, seguirán cometiendo los sempiternos y mentirosos políticos
profesionales.
.
Pero, creo que su vocación es servir, que desea realmente una
justicia social y que cumplirá su promesa. Creo que
honrará nuestra confianza para creamos que la democracia de algo sirve.
Creo también que usará el poder para
hacer el bien y evitar el mal. Que luchará por una ley
justa, en beneficio de la comunidad y no solo de unos cuantos, como hacen
los sempiternos y mentirosos
políticos
profesionales. Y por consiguiente, practicará la verdadera política, el más encumbrado acto de caridad, a favor de la polis, según los Papas del siglo XX.
Hay dos clases de personas, dice el Dr. Carlos Díaz: una, la de
los justos que se creen pecadores, y otra, la de los pecadores que se creen
justos. Estos carecen de la excelente brújula de aquellos: la capacidad de
sentir vergüenza y dolor por el mal causado a otros. Creo que Usted de la primera clase.
Señor político íntegro, que la sentencia de W. Shakespeare: “Lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario de dementes”
no aluda a usted, ni a su administración, ni a nosotros.
También deseo que Ud no sea parte de lo que dice George B. Shaw: “A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido….y por las
mismas razones.
No faltará quien
diga que soy un pobre soñador porque tengo la esperanza, por fin, que un político
cumpla con su verdadera función. No es novedad que muchos no solo no creen,
sino aborrecen la política por causa de tantos asaltantes -con salarios"legales" pero inmorales-, empotrados en la
función pública.
Entre los
incrédulos, suman miles de jóvenes y no tan jóvenes desencantados de la
política y de los políticos.
Finalmente Señor
político integro, con su buena actuación la fe en la sana política será rescatada
y vigorizada, porque la política, solo la buena política
atrae a gente sana, solidaria y convencida de que los problemas resolveremos todos y cada uno, juntos.
Apostemos por el bien común y saquemos a nuestra patria enferma y dolorida de este hediondo
fango social en la que penosamente sigue chapoteando.
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