Y SUS PLAGAS…
El relato bíblico cuenta que sobre los egipcios cayeron diez calamidades para vencer al obstinado Faraón y obligarlo a liberar al pueblo de Israel (Ex 7-12). Desde entonces, la expresión popular acuñó "diez plagas de Egipto" haciendo referencia al conjunto de males que padece una persona o una sociedad.
En medio de valores y progreso (innegables
avances tecno-científicas y gente buena), sufrimos consecuencias de terribles plagas
que nos vapulean. Estos males afectan la conducta de ciertas capas
sociales y nos amenazan a todos.
No es tan fácil establecer una jerarquía
de estas "plagas" en razón de su gravedad o de su influencia, pero es
fácil percibir que realmente existen y que son perversas.
Estas “plagas progre” provienen de
nuestro comportamiento ético y, depende de nosotros que sigamos siendo azotados
por ellas o superarlas, dice de Ricardo Tobón R., Arzobispo de Medellín.
1. Inequidad. Desigualdad injusta entre las personas, en el campo económico, social, cultural y espiritual. Se debe a la falta de formación humana, al egoísmo de unos y a la irresponsabilidad de todos. Es el ambiente en el que prosperan muchos otros males.
2. Maledicencia. Nos lleva a hablar mal de los demás sin verdad, sin necesidad y sin utilidad. Maledicencia es desahogo de resentimientos, celos o frustraciones personales. Es perjudicial adobar toda conversación con la salsa de difamación, chisme o calumnia.
3. Hipocresía. Es mentira en acción. Actitud de fingir sentimientos o cualidades que no se poseen. Ante la incapacidad de actuar con criterio propio se aparenta estar de acuerdo con la opinión, la moda, la sociedad de consumo y las cosas que “hacen exitosa carrera en la sociedad”. ¡Es falsificarse a sí mismo!.
4. Corrupción. Se constata en diversos aspectos de la vida privada y pública. (engaño, deshonestidad, irresponsabilidad y abuso de los demás). Es más diabólica cuando la practican quienes se aprovechan de su posición o de su cargo.
5. Drogadicción. Antes lamentábamos el tráfico de drogas, hoy lamentamos también la creciente dependencia de numerosos niños y jóvenes. Las consecuencias no pueden ser más desastrosas y no se ve que haya remedios.
6. Superficialidad. Se está configurando una sociedad relativista, hedonista, sin valores, sin ideales. La frivolidad (vyrorei) tiene carta de ciudadanía: ¡Pan y Circo, señores; no se siente la necesidad de trascender!. Los resultados están a la vista.
7. Violencia. Un mal que se multiplica. Creer que todo se resuelve peleando, incluso
en el hogar, es regla. Preocupa la vinculación entre economía y violencia;
ideologías y violencia, poder y violencia.
8. Individualismo. Vivir encerrado en sí mismo sin importar el bien común y la suerte de los demás. Sólo interesan “mis criterios, mis gustos, mis objetivos y mi comodidad”. Si algo no me afecta, no es mi problema: que se vean de otros. Así se produce personas divididas, evadidas, sin sentido y sociedades en permanente proceso de degradación.
9. Soberbia. Sentimiento de
sobrevaloración de uno mismo, por encima de los demás. Nos vuelve prepotentes
(mbareté-pokarê). Se hace culto a la creencia que somos los mejores para disimular
impotencia o vileza. Soberbia es estúpida inflación del yo.
10. Ausencia de Dios. Sin Dios me constituyo en centro y criterio de todas las
cosas; todo me es permitido; me vuelvo dueño, tirano y amo de todo y de todos.
Cuando el terrícola es afectado por el “síndrome de diocesillo”, ningunea a
Dios; ¡con razón cae sobre esta sociedad una espantosa noche!. Es la causa de
todos los males.
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