“MATAR
AL CARTERO-MENSAJERO”
La expresión “matar al mensajero” es muy antigua. En aquella época podía perder la vida el mensajero que llevaba malas noticias a los poderosos. Era costumbre, como mínimo, azotar al portador de malas noticias.
Menos mal que hoy, eso de “matar al
mensajero” sólo es una frase, aunque alguna cosa queda por aquella tendencia de
culpar a otros de las “malas noticias” que nos disgustan. ¿Será tal vez una
tonta manera de sacudirnos de nuestra responsabilidad?
¿Por qué reaccionamos con furia mal
contenida ante el cartero (medio) en vez de pedir cuentas al emisor del
mensaje? ¿No será tal conducta una cuestión de sentimientos o emociones?
Dicen los que saben: “sentimiento es
estado afectivo que modifica la estructura psico-física del individuo de manera
más o menos duradera y de moderada intensidad; amor, odio, simpatía, etc.”. Las
emociones, se caracterizan más bien por aparecer de forma brusca, aunque más
intensas; cólera, miedo, angustia, etc.”
Qué bueno sería no mezclar la noticia
(buena o mala) con el mensajero. Así no tendríamos motivos para descargar nuestro
enojo contra el no culpable. Hace falta, escuchar con calma la noticia, antes de
reaccionar contra el mensajero.
Porque gracias a los valiosos mensajes
que nos hacen llegar podemos emprender acciones nuevas y cambiar una realidad
que aunque no sea mala, siempre es mejorable. Los terrícolas de bien así
crecemos y nos superamos en sociedad.
Es grave error creer que todo lo hacemos
sin error. Una cosa es la intención de hacer lo correcto. Otra muy distinta,
canalizar correctamente la intención. Una mente dictatorial nunca acepta la
corrección fraterna. Sólo el humilde analiza lo que oye y luego actúa.
Antes de echar la culpa sobre
los demás es recomendable que nos analicemos a nosotros mismo con cuidado, a
fin de comprobar si la causa del desacuerdo con el mensaje no proviene de
nuestro propio carácter o de nuestra educación.
El hecho de acusar a los
demás de cosas que no hicieron, es signo de naturaleza débil. Si somos así y lo
reconocemos, debemos, ante todo, desconfiar de nuestras reacciones. Es necesario
conocerse a sí mismo. Esta tarea es difícil y demanda intenso esfuerzo.
Para ello es indispensable sinceridad,
pues a veces solo buscamos nuestras cualidades, y estamos convencidos que son los
otros quienes se equivocan. ¡Cuántas
veces vemos la paja en el ojo del vecino, y no distinguimos la viga en el
nuestro!.
Saber callar y saber hablar, supone auto
control: El lenguaje es el arma más poderosa y más eficaz que el hombre posee.
Mediante la palabra nos comunicamos. Una palabra puede agradar, herir,
convencer, entristecer, instruir, engañar, alabar, criticar a las personas a quienes fue dirigida.
Mediante la palabra, el trabajador se
comunica con sus colegas. Por medio de la palabra, igualmente, recibe las
instrucciones de sus superiores. El lenguaje es el instrumento esencial de las
relaciones humanas; en la comunicación entre los seres humanos, es tan
importante como la azada para el labriego o el torno para el mecánico.
Ya que la palabra posee tanta importancia,
conviene rodearlo de todo cuidado posibles, esto es, cada uno debe aprender a utilizarla para mejorar
sus relaciones con otras personas. Esto no consiste sólo en hablar castellano
correctamente, sino también, saber decir en el momento oportuno y usando los
términos y tono de voz adecuados a la situación.
Si quiero, por ejemplo, pedir prestado
el martillo de alguien, puedo pedir de varios modos; Dame el martillo, es una orden; Pero si digo, ¿Querés prestarme el
martillo?, es un pedido cortés.
Conclusión: El miembro de un equipo que no es capaz de hacer lo que debe, entorpece
la marcha del grupo y lo compromete. Algunas de las cosas que ocurren cuando un
eslabón débil se mantiene en el equipo:
Los miembros más fuertes tienen que ayudar al débil, porque nadie quiere
perder o atrasarse por causa de ajena. Cuando tú, además de tu trabajo, tenés
que llevar la carga del otro, tu rendimiento está amenazado. Si haces esto por mucho
tiempo, todo el equipo sufrirá. ¡No
matemos al mensajero!.
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