lunes, 3 de julio de 2017

PEDIR PERDÓN

 ¿DEBILIDAD  O  GRANDEZA?

Resultado de imagen para pedir perdonEquivocarse es un defecto de todo y cualquier mortal. Quien diga no equivocarse, o es un dios o una bestia, dice Sócrates. Pedir perdón es gran virtud. Como también es de sabios y fuertes, aceptar un descuido y ofensa de quien solicita perdón.

Quien pide perdón es noble y maduro. Decir “me equivoqué y te pido perdón mirándote a los ojos”, lejos de ser cobarde, es valiente. Por otra parte, perdonar no es olvidar: aún recordando, significa la ofensa ya no me cusa daño o dolor. Por ello, la frase perdono, pero no olvido, es irrelevante, si de verdad se quiere perdonar.

¿Es conveniente quedarse atado al dolor o recuerdo dañino que mantiene abierta la herida?

Uno de los actos más recordados de Karol Wojtyla es el perdón que le concedió al turco Mehmet Ali Agca, quien le disparó tres balazos el 13 de mayo de 1981. El Papa lo visitó en la cárcel. Hablaron cara a cara y en actitud casi confidencial durante 18 minutos.

Juan Pablo II hizo también pidió perdón públicamente en nombre de los cristianos que no fueron suficientemente sensibles a la tragedia del holocausto o que compartieron los sentimientos antisemitas que favorecieron el exterminio de judíos durante la II Guerra Mundial.

Cuando todavía se cree que pedir perdón o rectificar son síntomas de debilidad que deben ocultarse, el Papa no solo predica la necesidad de pedir perdón por las ofensas cometidas sino que, al hacerlo, da ejemplo de sabiduría y humildad (Gregorio Caro F. Revista VF- 1999).

Todos podemos sentir alguna vez cierto rencor o resentimiento hacia otra persona por algo que nos ha hecho o así lo creemos. Tal vez se trata de alguien tan cercano como un papa, hijo, hermano o nuestra propia pareja, y eso todavía, curiosamente, pone las cosas más difíciles.

No es raro escuchar a personas que dicen esperar que alguien le pida perdón. También puede que crea que eso nunca ocurrirá, manteniendo ese dolor dañino dentro de ellas. Dicen ciertos terapeutas que el verdadero perdón nunca vendrá de fuera, sino que ha de nacer de uno mismo.

Por ello recomiendan: Metamorfosear y sacar provecho del dolor depende de cada uno. Es gran lucro saber que la bronca que contienes, más te daña a vos que a la persona odiada. Guardar rencor es como sostener en la mano un pedazo de hierro candente. ¿Quién es el que se quema?.

Recuerdo -dice Mónica Muñoz- una frase muy  utilizada por mucha gente: “Yo perdono, pero no olvido”. Decía el Papa Pío XII: “No he escuchado una frase más anticristiana que ésta”. Y es que es verdad, la persona que guarda rencor se desgasta pensando en su odio y en cómo desquitarse de quien le hizo daño, en vez de olvidar las acciones que lo hicieron sentir mal y seguir adelante.

Luego, es bueno pensar que la otra persona puede tener razones para sentirse ofendida.  Es cuestión de analizar la situación y aplicar un poco de justicia, es decir, colocar sobre la balanza las palabras y obras que cada quien realizó para determinar si vale la pena enojarse tanto por ellas, o peor aún, conservarlas eternamente en el corazón.

Perdonar a quien nos ha hecho algún mal, humanamente es una de las cosas más difíciles, pero debemos pedirle a Jesús nos enseñe a perdonar, así como Él, aun después de haber sido ofendido, ridiculizado, escupido, golpeado, herido…al estar crucificado pidió a su Padre que perdonara a sus ofensores (S. Lucas 23:34).

La Palabra de Dios nos ordena: Enójense, pero sin pecar; que el enojo no les dure hasta la puesta del sol, pues de otra manera se daría lugar al demonio. (Efesios 4:26-27 DHH). Este versículo dice que si por alguna razón nos enojamos con nuestro prójimo, nuestro enojo no debe durar todo el día, y que el arreglo de nuestras diferencias debe darse el mismo día, ya que si permitimos que el enojo se convierta en ira o rencor, caemos en pecado. 

Si dejamos que nuestro corazón se llene de rencor u odio contra alguien, el Espíritu Santo no habita en nosotros, y no podemos esperar que Dios nos perdone si nosotros no somos capaces de perdonar a la o las personas que nos han ofendido. Reflexionemos: ¿Y si morimos en esta situación...?

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