INTÉRPRETE DE
LA LEY
A los tres meses de su salida de Egipto
(Ex. 19.1), los israelitas llegan al Sinaí, donde van a residir
aproximadamente, un año. Se trata, sin duda, del macizo montañoso situado al
sur de la península del mismo nombre.
Será el lugar de la gran experiencia
religiosa de Israel. El papel de Moisés en este momento es decisivo, de modo
que se le puede definir como el “hombre de la ley”. En la Biblia se usa la palabra Ley para
designar el conjunto de leyes que había de regir la vida, no solo del pueblo de
Israel, sin o también, de la entera humanidad.
Un pueblo no puede vivir sin una ley, un
derecho, un código de prescripciones que respetar y cumplir. Moisés, entonces,
sube al monte Sinaí par recibir la ley de Dios. El Sinaí todo se cubre de
nubes, fuego y relámpagos… y habla Dios:
“Yo soy Yahve tu Dios. No tendrás otros
dioses fuera de mí.
Acuérdate del sábado para santificarlo.
No tomes en vano el nombre de Yahve.
Respeta a tu padre y a tu padre y a tu madre para que se prolongue tu vida...
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu
prójimo.
No codicies la casa de tu prójimo.
No codicies su mujer, ni sus servidores,
ni su buey, ni su burro. No codicies nada de lo que le pertenece”
Este es el Decálogo, es decir, la ley
natural, tan discutida, si no rechazada, hoy. Moisés permaneció cuarenta días y
cuarenta noches en lo alto del monte Sinaí (Ex. 24,18). Al descender, su rostro
irradiaba luz por haber hablado con Yahve (Ex. 34, 29)
Es obra de la razón. Es razonable
respetar a los padres, no robar, no mentir, por sobre todo, no matar…Se llama
ley natural porque tiene su fundamento en la propia naturaleza humana. Dios ha
escrito en el corazón de cada ser humano.
Se refleja en la conciencia. La
conciencia distingue lo correcto de lo incorrecto. Es capacidad de orientación
en el mundo de los valores; una especie de voz interior que nos indica lo
bueno; un tribunal que juzga nuestra conducta y la aprueba o la rechaza.
En obedecer la ley consiste la dignidad
de la persona humana. Las normas del derecho natural no han de considerarse
como directrices que se imponene desde
fuera, como si coartaran la libertad del hombre.
Por el contrario, deber ser recibidas
como una llamada a llevar a cabo fielmente el proyecto divino universal
inscrito en la naturaleza del ser humano. Sea dicho de paso, el reconocimiento
y respeto de la ley natural son hoy la gran base para el diálogo entre los
creyentes y no creyentes.
Este es un gran punto de encuentro, y
por consiguiente, un presupuesto fundamental para una auténtica paz, en un
mundo que parece estar sentado... “sobre un barril de pólvora”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario