martes, 11 de julio de 2017

QUERER CARIÑO Y...

QUERER  VOLUNTAD

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Comparto lecciones de Carlos Díaz, profesor de Filosofía Universidad Complutense de Madrid. Motivo: Enseñanza para educadores, que somos todos, pues ¿quién no tendrá que educar a otros o educarse a sí mismo? (cfr. Diez palabras clave para educar en valores)

La voluntad es más firme cuando sé lo que quiero, quiero lo que sé, y doy pasos de lo uno a lo otro. Pero hay que distinguir dos quereres, uno el querer-cariño, propio del corazón caritativo, y otro el querer-voluntad, propio del deber: el querer-cariño, el bienquerer.

¡Cuánto necesitamos bien queridos! Da más fuerza saberse amado que saberse fuerte, decía Goethe. La certeza de sabernos amados nos hace invulnerables, incluso en nuestra vulnerabilidad (…) Aquel que nos quiere nos enseña mejor que nadie a querer.

Cariño y autoridad. La fuerza de mi cariño ayuda a convertirte en autor de tus actos libres (…) Sólo es deseable autoridad que auxilia, que sirve, que aupa, que te eleva sobre sus propios hombros; esto no impide que te corrija con amor pero, con firmeza (…)

La verdadera autoridad nunca se sirve de ti, al contrario, ella te sirve. No es la que corre a hacerse la foto mientras corta la cinta que inaugura un paso peatonal. ¡Desgraciada la comunidad donde los mandamases no son servidores, y feliz la otra donde lo contrario es norma!.

Cariño y magisterio. Este cariño está lleno de tierna solicitud y de abnegada cercanía, al modo de "madre y maestra", también de exigencia de "padre y maestro" que promueve en nosotros hábitos de perfección y excelencia; ambos principios -ternura y vigor- pueden darse juntos en una sola persona.  

Hermoso es el cariño del verdadero maestro (magister) que enseñándote te impulsa a elevarte más, haciéndose a sí mismo menos, para que tú crezcas y desarrolles lo mejor que ahora duerme en ti (…) Sí: la otra cara del magister es el minister o servidor.

El así servido se convierte en discípulo, el cual aprende sin rigidez pero con firmeza, con disciplina. El “profe”  no hace de sus alumnos un limbo de adoradores a los del “palco”. 

El cariño perdona. ¿Perdón sin olvido? A condición de recordarlo como perdonado y para que no se repita. Quien perdona no humilla, ni quien pide perdón se rebaja, al contrario: quien perdona se ennoblece a sí mismo, y quien pide perdón nos concede la oportunidad de volver a ser libres otorgándolo. 
 
Un cariño que ilumina…Quizá alguna vez, por desgracia, quien te quiere te hace llorar; sin embargo, cuando la verdad aparezca con toda su crudeza y crueldad, la respuesta ante ella nunca será violenta, aunque sí severa (¡verdadera de suyo!).

Toda la filosofía personalista tiene como objetivo mostrar que la inmanencia exige la alteridad, si es verdadera inmanencia: "nos descubrimos a nosotros mismos al acoger a otro que nosotros. La filosofía es, como el destino, un modo de comprender la acogida" (Nédoncelle, 1996; p. 225).

El amor alcanza su madurez solamente cuando se dirige, no a lo que el otro suscite en mí, sino a lo que él es en sí mismo. El otro es amado no por las cualidades que tiene y que puede perder, sino por lo que es y por lo que está llamado a ser …¡santo!.

La generosidad es el amor sin la reciprocidad. Si produce la reciprocidad, no la busca ni la experimenta como una dicha. Puede acogerla, pero como un beneficio inmerecido. Tal estado del alma es designado con la expresión de amor puro; no hay en ella huella de egoísmo". 

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