lunes, 10 de julio de 2017

¡¡¡NOS HUNDIMOS!!!

¿COMO  EL  “TITANIC”?

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Diariamente los medios de información nos bombardean con sucesos trágicos. Asaltos, robos, violaciones, peleas domiciliarias y callejeras, violencia aquí y allá. El estado emocional dominante en la gente, es el desánimo y desilusión por la inseguridad reinante, entre otros males que nos azotan.

Hace algunos años, dice la noticia, dos muchachos, uno de 17 y otro de 22 años, entraron en horas de la noche a un salón comercial para robar. El guardia de seguridad se percató del hecho y disparó, matando a los dos delincuentes. Cuando el agente fue a declarar en la Fiscalía, una multitud lo acompañó aplaudiéndolo con entusiasmo. Fue el héroe.

Unos indignados preguntan: ¿Cómo se entiende que un asesino sea considerado héroe? Y otras voces lo justifican diciendo: “Porque los que tratamos de vivir honestamente, estamos cansados de que nos roben y nos maten; vivimos inseguros  y tenemos miedo”

No pocos personas, deciden electrificar la cerca de su casa. Conocido es el caso de un niño que intentó atravesar la cerca electrificada para buscar su pelota. La alambrada cargada de 220 voltios acabó con el niño en el acto. Son los costos de vivir en la inseguridad.

La señora “inseguridad”, se ha instalado en todos los ámbitos de la vida pública y privada de la población, desparramando el veneno de la sospecha y del miedo, a todo y a todos. Vivimos en un estado de alerta roja permanente. Por ello cada vez hay más ciudadanos armados para enfrentar el caos.

Hacemos ventanas y puertas de hierro; ponemos altas rejas por izquierda y por derecha, para vivir enrejados, prisioneros en la propia casa; levantamos murallas, como en los tiempos medievales, para defendernos de agresiones cotidianas; en fin, nos rodeamos de alarmas para vivir alarmados.

“Perdimos el sentimiento de solidaridad y de pertenencia. Hay un proceso continuo de disolución de las relaciones con los demás y, hasta con uno mismo. Se han alterado las fórmulas de convivencia, de tal manera que el “otro” se volvió lobo para su semejante, sea compañero de trabajo, de estudio, vecino, etc…” se quejaba aquella víctima.

Y los medios de información se encargan de dar “manija” una y otra vez – en nombre del “derecho a la investigación e información periodística” - a nefastas noticias, aumentando inquietudes que nos hacen vivir anticipadamente el Apocalipsis.

“A mediados de este año un acontecimiento cinematográfico despertó la atención de medios de comunicación del mundo. La película Titanic, la más costosa superproducción de la historia del cine, superó todas las hazañas y marcas y fue consagrada con 11 premios “Oscar” de la Academia de Hollywood concedido a una película, como a “Ben Hur”…

En todo el orbe, los cines más importantes se llenaban, durante varias semanas para mirar hechizados el hundimiento del transatlántico más imponente, más lujoso y más caro del mundo: el Titanic, ocurrido en una mañana de abril de 1912….

¿Por qué se reflota ahora esa antigua historia? Se ha dicho que el Titanic simboliza la arrogancia temeraria de la tecnología - como sugiere el nombre - frente a la naturaleza, o el orgullo humano que sucumbe frente al poder de Dios. (cfr. Ricardo Bentancur. (VF Nº 11-año 99- p.4)

Los problemas que nos creamos a causa de un partido de fútbol, el deseo por cambiar el coche, la insana inquietud por obtener la aprobación de los “otros” y demás faraónicos vyrorei…ocupan los primeros lugares de nuestra enanizada existencia,” pero hay un drama mayor: “¡nos hundimos!”, agrega Bentancur.

Igual que en el Titanic: El terrícola “empina” el codo como descocido, come (quien puede) se baila (perreo) al son de la ahogante cachaca, reguetón y mariachis, sin caer en la cuenta del verdadero desastre”: ¡Nos hundimos!

Y… se sigue en el triste espectáculo del Vyroreí… mientras el barco se hunde. ¿Cuántos se parecen a ese novio de la película, que celoso de rabiar persigue a la amante infiel sin importarle lo que realmente importa?: ¡El barco se hunde!… ¡Nos hundimos!

El hombre ha sido dotado de inteligencia, libertad y voluntad. Jai poru mína anguiru kuera… 

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