viernes, 21 de julio de 2017

MOISÉS (II)

REVELADOR  DE  DIOS
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El nombre de Moisés evoca en segundo lugar, su encuentro con Dios. Antes de pasar a ser el caudillo del pueblo de Israel, Moisés hizo de pastor apacentado las ovejas de su suegro Jetró en el desierto. Aprendió la vida ruda y pobre, tal como la de Abraham, el padre de los creyentes. (Ex. 3, 1-6. 9-12)

Una vez llevó las ovejas muy lejos en el desierto y llegó a la montaña del Sinaí. El ángel de Yahve se le apareció, bajo las apariencias de una llama ardiente, en medio de una zarza.

Moisés vio que la zarza ardía, pero no se consumía. Se acercó para mirar. “No te acerques más”, le mandó Yahve. “Sácate tus sandalias, porque el lugar que pisas es tierra sagrada. Yo soy el Dios de tus padres, Abraham, Isaac y Jacob. Te envío para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”

Si me preguntan cuál es tu nombre, ¿qué responderé?, preguntó Moisés. Respuesta de Dios: Así dirás al pueblo de Israel, “Yo Soy el que Soy” “Yo soy me ha enviado a ustedes” “Yo soy será mi nombre para siempre” Y con este nombre me invocarán sus hijos y sus descendientes” (Ex. 3, 13-20)

Los entendidos nos dicen que Yahve significa, precisamente, <Él es y Él hace existir>. Yo Soy es el Dios que vive y de quien las criaturas reciben el existir, mientras que Él, Yo Soy, tiene en sí la fuente de su propia existencia y no debe nada a nadie.

Nosotros, los cristianos, pensamos más bien que Dios es Amor. Y por supuesto, tenemos razón. Dios es amor, Dios es bondad. Sin embargo, lo que se debe afirmar primero de Dios es que, Es. Nos lo enseña Él mismo: Yo soy en que Es.

Así se revela Dios A Moisés. Y así, Moisés nos reveló a todos nosotros. Pero, qué es Dios hoy? Una de las cuestiones de fondo de este tiempo posmoderno está en saber si Dios existe, o no. Si nuestra vida está presidida por un Alguien original, creador, providente…o vivimos solos en el mundo, como dueños únicos y exclusivos de nuestra vida personal y colectiva.

Lo que de verdad se debate en nuestras sociedades, aunque no se formule claramente, es, si para vivir auténticamente nuestra condición humana, tenemos que tener en cuenta la presencia de Dios cerca de nosotros, o si hemos de prescindir de cualquier referencia religiosa como perteneciente a un estadio anterior al desarrollo humano.

Cuando me pregunto -dice Roger Texier- por quién es Dios, considero a Él bajo dos figuras del evangelio de San Lucas: La figura del Buen Pastor y la del Padre del hijo pródigo.

Como buen pastor, Jesús busca a la oveja perdida. Cuando la encuentra, muy feliz, la pone sobre los hombros y, al llegar a su casa, reúne a amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida".

Ese Jesús es el mismo que afirmó un día: “Yo he venido al mundo para que tengan vida y la atengan en abundancia”. Como padre del hijo pródigo, Dios sale a nuestro encuentro…nos abraza y quiere que todos nos festejen.

Todos sabemos que el llamado hijo pródigo había vivido en un lugar lejano, malgastando su dinero en una vida desordenada. De vuelta a casa pide perdón a su papá…quien dice a los servidores: “Traigan la mejor ropa y póngansela (…) Maten el ternero más gordo…comamos y alegrémonos…¡mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida!
Moisés como profeta es un hombre… que recibe inspiración de Dios para hablar en Su nombre” El Señor dijo a Moisés, refiriéndose a Jesucristo, el más grande de todos los profetas: “Les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare” (Deuteronomio 18:18).

Tal es el papel que se le da a cada profeta llamado por Dios. Y todo bautizado ha asumido la promesa de vivir el compromiso de sacerdote, profeta y rey.




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