La persona necesita de otras para comportarse conforme a lo que es y alcanzar su plenitud: no hay “yo” sin “tú”, dirá Mounier. Las relaciones interpersonales no son un accidente añadido del que se puede prescindir. Entender esto es entender al hombre: su “ser es ser-con-otros”, con el mundo, a los cuales está abierto.
Como está demostrado, el hombre no existe porque sí, sin más, sino que, es con, coexiste con los demás y con la naturaleza, y ese coexistir es su mismo existir.
El hombre es naturalmente social, es decir, pertenece a su esencia vivir en sociedad. Que de hecho vive así, es innegable. La pregunta es: ¿por qué y cómo lo hace?... Aristóteles dice:<es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales y el hombre es por naturaleza un animal político>.
Si ser hombre es ponerse a caminar libremente hacia los fines propios de un ser inteligente, adquiriendo hábitos y auto-perfeccionándose, esto no puede comenzar a suceder sin educación, y no puede continuar sucediendo sin convivir – vivir con otros - sin coexistir.
Por eso no hay hombre sin ciudad: el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia autosuficiencia, no es miembro de la polis; por consiguiente, es una bestia o un dios. (Aristóteles)
“El fin de la vida social es la vida buena y no sólo la conveniencia o el simple vivir. El “vivir bien” supone la convivencia con otros, y ésta es obra de la amistad. Por tanto, los hombres se asocian no sólo para sobrevivir y satisfacer sus necesidades materiales más perentorias, sino sobre todo, para alcanzar bienes que forman parte de la vida buena.
Y esos (bienes) sólo se alcanzan gracias a la amistad en sentido amplio, es decir, a las buenas relaciones interpersonales entre el conjunto de los ciudadanos, las cuales ya son en sí uno de los principales elementos de la vida buena.
En consecuencia, sigue diciendo Aristóteles, la justicia, el respeto a la ley, la seguridad, la educación y sobre todo, los valores aprendidos que guían la libertad, la amistad y la virtud son los bienes que constituyen el fin de la vida social. Por tanto, vida buena y fin de la vida social son dos caras de la misma moneda.
De ellas se derivan estas sorprendentes conclusiones: 1) El fin de la vida es la felicidad de la persona; 2) Por tanto, la sociedad y sus instituciones (a esto Aristóteles llama la polis-la ciudad) deben ayudar a los hombres a ser felices y plenamente humanos. (cfr. Ricardo Yepes Stork - Fundamentos de Antropología p. 243)
De aquí se derivan importantes consecuencias. La primera de ellas es que la vida social, la vida económica, cultural y política tienen mucho que ver con la ética, porque puede asegurar o impedir la felicidad. Y la segunda es que no podemos considerar la vida social separada de su fin.
Por consiguiente, se puede sentar como principio la siguiente afirmación: <corresponde al conjunto de la sociedad, y no sólo a cada individuo aislado, conseguir los bienes que constituyen la vida buena para aquellos que están dentro de ella> (p. 244)
Estas lecciones fueron tomadas de Ricardo Yepes Stork – Fundamentos de Antropología – Un ideal de la excelencia humana – segunda edición corregida - Eunsa 1977.
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