domingo, 16 de julio de 2017

¡GRATITUD!...

SINÓNIMO  DE  ALEGRÍA

Seguimos con las lecciones del maestro y hermano en la fe Carlos Díaz – Diez palabras clave para educar en valores-p 81 y sgtes. La gratitud se distingue de la ingratitud en que sabe ver en el otro (no como en el amor propio, que sólo lo ve en sí mismo) la causa de su alegría… Lo que la gratitud enseña es que existe una humildad feliz o una alegría humilde.

Toda alegría, incluso la interior, tiene un motivo, por eso nos sentimos agradecidos a la vida. A más gratitud también más júbilo, más alegría y alabanza por todo; cuanto más aprendamos a amar las cosas singulares, tanto más a Dios y a nosotros mismos.

La “la amistad danza alrededor del mundo –decía Epicuro- pidiéndonos a todos que nos despertemos para dar las gracias”. Alegrarse por la gracia de vivir. La gratitud es esa alegría de la memoria. El agradecido alaba a quien le ha dado momentos de gozo; el desagradecido se queja, reprocha su dolor, lo que le convierte en desgraciado.

Es preferible una verdadera tristeza que una falsa alegría. Dentro de nuestra  fragilidad, la alegría pide humildad. Para Dios todo es sencillo; para los sencillos todo es divino. Se trata de aprender a vivir con sencillez sin lastimeras quejas.  

La persona sencilla no es egoísta, no se magnifica a sí misma, ni para ensalzarse ni para condenarse. La sencillez es desposesión, pobreza. Su única riqueza es todo. La sencillez es libertad, ligereza, transparencia. La generosidad es una victoria; la sencillez, la paz.

La sencillez es una gracia. Sin la sencillez toda virtud está pervertida, como vacía de sí misma, como llena de sí. La sencillez es la verdad de las virtudes y la excusa de los defectos. Fue Nietzsche uno de los ateos más críticos contra una religión triste.

Proclamar el kerygma -anuncio de salvación- con el corazón frío es proclamar el Evangelio como una mala noticia. La buena nueva sólo cabe con verdadera alegría. La verdadera alegría es la que se alza en alabanza, la que se entusiasma con el cántico de las criaturas. La que no queda en uno mismo, porque sale a los demás.

“¡Con ustedes, el cielo ya está aquí!”, frase hermosa, emotiva y de júbilo de un hombre lleno de vitalidad. Esta frase es una alabanza salida de labios de Don Bosco y dirigida a sus jóvenes, aquellos que en un primer momento, para la sociedad de su tiempo, eran vagos, patoteros, escoria.

¿Qué vio diferente en los muchachos, al grado de alabarles?, ciertamente, la capacidad de saber ver en esos otros, la causa de la propia alegría. La alegría de Don Bosco no era ver lo que él había hecho, su satisfacción no consistía en mirar su gran capacidad, sino ver y sentirse correspondido su amor en los otros.

Don Bosco se sentía dotado de gracia, por tanto; agraciado y esto suscitaba en él la gratitud y la gratuidad. Agradecía que el otro estuviera frente a él y daba gratis. Gratitud es alegría. Por eso, anciano, hacia el final de su vida, llora agradecido e interrumpe en muchas ocasiones la misa por sus sollozos, pues hace memoria y comprende.

Todo lo que hizo Don Bosco fue un regalo de Dios, para él y para los jóvenes. Para Don Bosco la alegría era auténtica, no entendía la alegría como sinónimo de la carcajada, sino una alegría que nace de dentro pero motivada por lo externo.

Pide a sus jóvenes que alaben, es decir, que reconozcan lo bueno del otro (contrario de lo malo como la envidia); “Muéstrate siempre alegre, pero que tu sonrisa sea sincera”, solía repetir. “Si quieres una vida alegre y tranquila, procura estar siempre en gracia de Dios”.

La alegría y gratitud de Don Bosco es  un estar en gracia, potencia que Dios nos ha regalado. Creer en la resurrección significa esperar, que a pesar de momentos difíciles (muerte) se tiene la esperanza de re-surgir y con más plenitud (resurrección).

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