martes, 22 de marzo de 2016

UNA IGLESIA A MEDIDA DEL

“RELATIVISMO MORAL”...

En la Carta del Papa León XIII, se leen párrafos que ayudan a reflexionar, dado que son de actualidad. (cfr. Juan C. Sanahuja- Poder Global, p. 84-86):

El fundamento sobre el que se fundan estas nuevas ideas es que, con el fin de atraer más fácilmente a aquellos que disienten de ella, la Iglesia debe adecuar sus enseñanzas mas conforme con el espíritu de la época, aflojar algo de su antigua severidad y hacer algunas concesiones a opiniones nuevas.

Muchos piensan que estas concesiones deben ser hechas no solo en asuntos de disciplina, sino también en doctrinas pertenecientes “al depósito de la fe”. Ellos sostienen que sería oportuno, para ganar a aquellos que disienten de nosotros, omitir ciertos puntos del magisterio de la Iglesia que son de menor importancia, y de esta manera moderarlos para que no porten el mismo sentido que la Iglesia constantemente les ha dado.

No se necesitan muchas palabras querido hijo, para probar la falsedad de estas ideas si se trae a la mente la naturaleza y el origen de la doctrina que la Iglesia propone. No podemos considerar como enteramente inocente el silencio que intencionalmente conduce a la omisión o desprecio de alguno de los principios de la doctrina cristiana ya que todos los principios vienen del mismo Autor y Maestro, “el hijo unigénito, que está en el seno del Padre” (Jn 1,18).

Estos están adaptados a todos los tiempos y a todas las naciones, como se ve claramente  por las palabras de Nuestro Señor a los apóstoles: “Id pues enseñad a todas las naciones, enseñándoles a observar todo los que os he mandado y en aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,19).

No hay nada más cercano a nuestro corazón que tener de vuelta en el rebaño de Cristo a los que se han separado de Él, pero no por un camino distinto al señalado por Cristo. Pero, querido hijo, en el presente asunto del que estamos hablando, hay aun un peligro mayor, y una más manifiesta oposición a la doctrina y disciplina católicas, en aquella opinión de los amantes de la novedad según la cual, sostienen que se debe admitir una suerte tal de libertad en la Iglesia.

Que disminuyendo de alguna manera su supervisión y cuidado, se permita a los fieles seguir más libremente la guía de sus propias mentes y el sendero de su propia actividad. Aquellos son de la opinión de que dicha libertad tiene su contraparte en la libertad civil.

Estos peligros, a saber, la confusión de licencia y libertad, la pasión por discutir y mostrar contumacia sobre cualquier asunto posible, el supuesto derecho a sostener cualquier opinión que a uno le plazca sobre cualquier asunto y a darla a conocer al mundo por medio de publicaciones, tienen a las mentes tan envueltas en la oscuridad que hay ahora, más que nunca una necesidad mayor del oficio magisterial de la Iglesia, no sea que las personas se olviden tanto de la conciencia como del deber.

León XIII advierte sobre dos actitudes que se repiten cíclicamente con el correr del tiempo: acallar las exigencias cristianas para atraer más gente y aplicar ven la Iglesia las normas del disenso temporal, democrático. Las dos se unen, la primera lleva a la segunda y, unidas, a la pérdida de la fe.                    

Es que el laicismo reinante, la secularización generalizada del mundo y en el interior de la misma Iglesia, la apostasía silenciosa y las deserciones de tantos cristianos, el debilitamiento de las conciencias y la quiebra moral de los tiempos actuales están siendo una prueba muy severa. 

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