martes, 15 de marzo de 2016

NUESTRAS “MUCHAS” DEBILIDADES

COMO  SERES  HUMANOS

Hace más de diez años escribí un librito cuyo título es: “El Anticristo” en el que hablaba de la poca consideración y respeto hacia el “otro” y por lo mismo, del escaso “valor” otorgado al ser humano. Y luego de mi visita al campo de concentración de Auschwitz, quedó más avivada en mi memoria la atroz “capacidad humana” de cometer actos atroces y repugnantes contra sus semejantes.

En líneas generales, somos capaces de ponernos en la “piel” de los que nos rodean y comprender el por qué de lo que hacen y dicen. Y lo aceptamos aunque nos desagraden algunas de sus bestiarias conductas. Pero, cuando hablamos de actos tan extremos y detestables como los que llevaron a cabo los nazis y los terroristas en Francia y el EPP, en Paraguay… la cosa cambia radicalmente.

Recomienda el filósofo y personalista comunitario Emmanuel Mounier: “Es necesario valorar a cualquier ser humano al margen de su comportamiento, aun siendo difícil tarea. Hay que trabajar con perseverancia para conseguirlo y aun así, por mucho empeño que pongamos, todavía es posible toparse con alguien que nos dificulte aceptar de sus errores.

Por ello, es urgente y necesario darse cuenta de los límites que cada uno tenemos como seres humanos. Los profesionales universitarios…en general ¿somos lo suficientemente fuertes como para poder aceptar sin condiciones a todos los pacientes-clientes-usurarios?

¿Estamos convencidos de que si aquellos se comportan de manera equivocada - por ignorancia o por perturbación - debíamos hacer todo lo posible para que cambiasen - por su bien y por el de los demás-, sin que su conducta debilite nuestras buenas intenciones?.

Es posible que algún día me encuentre ante un paciente cuyas conductas reprobables me hagan difícil o, incluso, me impidan la labor terapéutica con él. Si esto sucede, no me condenaré por ello sino que me aceptaré como el ser falible que soy, con muchas limitaciones e imperfecciones, como psicóloga y como persona.

Es importante ser conscientes de nuestros límites como profesionales y, sobre todo, como seres humanos, no sentirnos mal por tenerlos y aceptarnos a nosotros mismos a pesar de ellos. Mi profesora no era peor terapeuta ni persona por tener esa limitación, simplemente era un ser falible e imperfecto, ni más ni menos que cualquier otro ser humano.

Debido a la naturaleza de la labor que llevan a cabo los médicos, educadores sociales, enfermeros o psicólogos, se espera que estos profesionales estén al servicio de la persona, ésta debe ser su prioridad por encima de otros intereses?

Poco importa si nos ganamos la vida como abogados, recepcionistas, médicos, policías, profesores, comerciante, porque desde cualquier profesión tenemos la posibilidad de acercarnos al ser humano que tenemos enfrente y verle no solo como paciente, usuario, cliente, alumno…, sino también como persona. Si le escuchamos activamente e intentamos ponernos en su piel, conseguiremos una relación mucho más humana y enriquecedora.

El aprendizaje de la medicina es complejo, no porque sea más difícil que otras disciplinas, sino porque su centro es el ser humano y no hay nada en el mundo más complejo que los seres humanos. Por lo tanto, su enseñanza requiere de un delicado equilibrio en los contenidos que se brindan tanto a los alumnos en la universidad como en las programas de postgrado.

En la medida que los profesionales universitarios, y en particular los médicos, supongan que la práctica clínica depende exclusivamente de los conocimientos biológicos y se encandilen por la apabullante tecnología, irán perdiendo o no adquiriendo las habilidades que llevan a efectuar un correcto juicio clínico, lo cual afectará su forma de pensar y sus actitudes ante el paciente. Es notorio el incremento de médicos que no son capaces de diagnosticar con exactitud la enfermedad a través del examen físico. (José M. Ceriani Cernadas-2014) 

La profesión involucra vivencialmente a quien la profesa, pues las actividades son tan definidas, tan absorbentes en el interés, tan ricas en deberes y responsabilidades, que envuelven completamente a aquellos que se entregan a ellas. Para el sociólogo Robert Merton, los 3 valores sociales que componen el concepto de una profesión, son los siguientes: a) El valor que se concede al conocimiento sistemático e intelectual: saber. b) El valor que se concede al conocimiento práctico y grado de adiestramiento: hacer. c) El valor que se concede a la unión del conocimiento teórico y práctico para ponerlos al servicio de los demás: ayudar.

Enseñar es una de las profesiones más dignas y hermosas que existen; pero si se trata de la enseñanza universitaria, entonces adquiere un matiz más elevado, por ser la universidad el sitio final por donde pasan los futuros profesionales. El compromiso del profesor universitario se basa fundamentalmente en la formación integral de los estudiantes. El logro del tal propósito quizá sea el fin de cualquier tipo de terrorismo en Paraguay

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