¿CON
QUIENES ME IDENTIFICO?
Sabemos por el testimonio de los
Evangelios que los discípulos siguieron al Señor después de apresado. Pedro lo
seguía de lejos como queriendo pasar desapercibido, impulsado por el amor a Jesús, aunque con patentes indicios de cobardía,
quien tanto alardeaba de inquebrantable fidelidad.
En el patio del palacio, la maligna y
astuta mujer preguntó a Pedro con
recelosa intención: ¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?. No lo
soy, respondió, asustado. Luego, otra criada le dijo impertinente: “Tú también
estabas con el Galileo”… la misma mujer dijo
a otros: Este es uno de ellos”. Pedro lo negó con juramentos.
Pedro, tú tan
valiente, que en el Huerto cortaste la oreja de Malco…¿Cómo es que a la voz de
una mujerzuela tiemblas de miedo? ¡Pobre Pedro!..¿Con que no conoces a Jesús
que tanto te amó y tantas pruebas de predilección te dio y a quien decías que
estabas dispuesto a ir con Él hasta la muerte? (Mt. 26, 33-35) ¿Olvidas que
inspirado por el Espíritu de Dios, dijiste que Jesús era el Mesías, el Hijo de
Dios, el Santo de los Santos? (Mt. 16-16).
El Señor, al atravesar el patio donde
estaba el débil discípulo, le dirige una tierna y dulce mirada, llena de
infinita bondad…Pedro, partido de amargadísimo dolor, salió del patio y lloró
con inmensa pena y dolor, sinceramente arrepentido de sus reiteradas negaciones,
porque sintió cuán enorme era su culpa y su corazón se partió de dolor. Y ya no
terminó de llorar sus negaciones, sino hasta su muerte.(Según antiquísima tradición
cristiana).
Judas, el más pérfido
de los mortales, con ánimo inquieto, también merodeaba el lugar para averiguar
la suerte del Maestro. Y cuando supo que el concilio de primates lo había
condenado a muerte, pretendió impedir la ejecución, devolviendo el dinero del
sacrílego contrato diciendo: “Pequé, entregando sangre inocente”. Los
pontífices dijeron: Y eso ¿qué nos importa?¡Es cosa tuya! Luego recogieron las
monedas y dijeron: “No pongamos en el cofre del templo porque están manchados
de sangre” (Mt. 27, 4-6).
A diferencia de Pedro que se arrepiente
y enmienda, Judas sólo se arrepiente y no se enmienda, quedándose con terribles remordimientos. Desenfrenadamente
codicioso, de modo exagerado amaba el dinero, esta fue la causa de la
traicionera venta de su Maestro. Ciertamente Judas amaba a Jesús, pero, menos que al dinero.
Su mayor desgracia era que no creía que
Jesús era Hijo de Dios, el Mesías Salvador. El desventurado Judas se desesperó
y no acudió a Aquel que vino al mundo para salvar a todos los hombres. ¿Cuántas
veces viste y oíste al Maestro, repetidamente obrar misericordiosamente con la
Magdalena, la adúltera, la samaritana, la parábola del hijo pródigo…?
Malaventurado Judas, moriste en el día
que era facilísimo salvarse, justo cuando nuestro Redentor padecía por todos
los pecadores! ¡No creíste alcanzar el perdón de tu crimen…. Te perdiste y lo
perdiste todo!.
Gestas, uno de los
ladrones crucificados blasfemaba diciendo: “Si eres el Cristo, sálvate y
sálvanos. Dimas, el otro ladrón lo
increpaba diciendo: “Nosotros, ciertamente y con toda justicia recibimos
castigo, pero Éste, nada malo ha hecho”. Y dijo a Jesús: “Señor, acuérdate de
mí cuando estés en tu reino…Jesús respondió: “En verdad te digo, hoy mismo
estarás conmigo en el Paraíso”. (Lc 23, 39-43)
¡Dichoso tú, feliz ladrón...en los
últimos instantes de tu vida, dolorido de tus pecados, pediste perdón, haciendo
al morir, el más sonado atraco, ¡te robaste el Paraíso!. (cfr. Sacrosanta
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - pág. 80 y sgtss- P. Gregorio Martínez
Cabello).
¿Con cuál de estos
personaje me identifico?...
Que las reflexiones de esta semana santa
me haga dar el definitivo salto de mi beata somnolencia hacia virtudes sublimes
como la fe, humildad, confianza. Pedir perdón y perdonar, para que también
escuche de tus labios: ¡Estarás conmigo en el Paraíso! Amén.
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