Se pontifica
una y otra vez que urge renovar la enseñanza… se insiste en la necesidad de
adecuarse a los nuevos tiempos para lograr competencia y excelencia académica. Las
universidades y su profesorado están abiertos al esfuerzo exigido por la Aneaes (Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior) para acreditar carreras….¡Loable…mil veces loable!. Innovación, pensamiento crítico,
progreso, búsqueda de rigor científico y verdad.
Se habla también de la formación ética
que requiere un cambio en la cultura del profesorado. Sin embargo, esta
necesidad - la de una formación ética – al parecer no es compartida aún por la
comunidad universitaria.
La universidad está preocupada por diferentes cuestiones que vive como necesidades urgentes, y que le hacen perder a veces la capacidad de distinguir entre lo urgente y lo importante. (Profesores de la Universidad de Barcelona, España, y miembros del Grupo de Investigación en Educación Moral (GREM) Miquel Martínez Martín, María Rosa Buxarrais Estrada y Francisco Esteban Bara Mayo-Agosto 2002- Revista iberoamericana de Educación).
La universidad está preocupada por diferentes cuestiones que vive como necesidades urgentes, y que le hacen perder a veces la capacidad de distinguir entre lo urgente y lo importante. (Profesores de la Universidad de Barcelona, España, y miembros del Grupo de Investigación en Educación Moral (GREM) Miquel Martínez Martín, María Rosa Buxarrais Estrada y Francisco Esteban Bara Mayo-Agosto 2002- Revista iberoamericana de Educación).
¿Causas
probables...ausencia de calidad en la docencia;
estímulos que orienten hacia el cambio; voluntad y coraje para cambiar o falta
de garantía de que el esfuerzo contribuirá a la mejora? Ciertamente, cada vez
se insiste con mayor frecuencia en la importancia de incorporar elementos
éticos en la formación de profesionales, en el ámbito de la investigación y
extensión universitaria, pero todavía queda mucho camino en la formación ética
del futuro profesional.
¿Acaso la “comunidad educativa” no esté
mostrando aún, niveles de exigencia en relación a la calidad de la formación
superior, y por consiguiente, no exige del docente ni competencia académica y menos
aún, testimonio de vida moral? Es que, la vida privada del “profe”, ¿nada tiene
que ver con el sagrado ejercicio de la docencia?. Oigamos al maestro Secundino
Núñez decir, cuanto sigue:
El profesional universitario debe comprender, al
menos, cinco aspectos:
1. Que su responsabilidad moral es mayor que la de un simple ciudadano
por la dotación de conocimientos que se le ha facilitado, y su capacidad
desarrollada.
2. Que
si Platón y Aristóteles establecen como objetivo fundamental “la organización
de la ciudad (polis)”, no le es lícito al Profesional, y menos al cristiano, encastillarse
en “su torre de marfil”, ignorando las miserias humanas.
3. Que la moralidad y su función no pueden hoy reducirse a la “Aureolada
Pasividad del Buen Ejecutivo” (y bueno minte la tipo), sino que tiene la
insustituible responsabilidad de la acción. Benedicto XVI cuestionaba el
“buenismo” como permisividad, cómplice de muchos delitos.
4. Que la acción del profesional satisfaga las expectativas del
paciente-cliente-usuario, que se espera de su Capacidad; tanto cuando se trata
de investigar y descubrir en su ámbito, “rutas salvadoras”, como cuando se
trata de resistir o combatir a los piratas de nuestra civilización y cultura
(profesionales deshonestos y criminales).
5. Que no todo lo que es lucrativo es ético. Pero todo lo que es ético es lucrativo. ¿Seguiremos con la ética acomodaticia, que llevada a su
extremo, desemboca en la idea maquiavélica de que el fin justifica los medios?.
Si sólo importa el resultado de lo que se hace, ¿Vale todo para alcanzarlo?.Kant
expresó muy bien la ética de la convicción cuando dijo: “Que se haga justicia, aunque el mundo perezca”.
No cabe por tanto,
en la vida de una persona íntegra, y menos en la de un profesional, la ética de
la conveniencia, sino únicamente, la ética de la convicción. Esto es, obrar con rectitud de conciencia, siempre.
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