miércoles, 9 de marzo de 2016

UNA SOCIEDAD…

 MORALMENTE  DÉBIL

Se pontifica una y otra vez que urge renovar la enseñanza… se insiste en la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos para lograr competencia y excelencia académica. Las universidades y su profesorado están abiertos al esfuerzo exigido por la Aneaes (Agencia Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior) para acreditar carreras….¡Loable…mil veces loable!. Innovación, pensamiento crítico, progreso, búsqueda de rigor científico y verdad.

Se habla también de la formación ética que requiere un cambio en la cultura del profesorado. Sin embargo, esta necesidad - la de una formación ética – al parecer no es compartida aún por la comunidad universitaria. 

La universidad está preocupada por diferentes cuestiones que vive como necesidades urgentes, y que le hacen perder a veces la capacidad de distinguir entre lo urgente y lo importante. (Profesores de la Universidad de Barcelona, España, y miembros del Grupo de Investigación en Educación Moral (GREM) Miquel Martínez Martín, María Rosa Buxarrais Estrada y Francisco Esteban Bara Mayo-Agosto 2002- Revista iberoamericana de Educación).

¿Causas probables...ausencia de calidad en la docencia; estímulos que orienten hacia el cambio; voluntad y coraje para cambiar o falta de garantía de que el esfuerzo contribuirá a la mejora? Ciertamente, cada vez se insiste con mayor frecuencia en la importancia de incorporar elementos éticos en la formación de profesionales, en el ámbito de la investigación y extensión universitaria, pero todavía queda mucho camino en la formación ética del futuro profesional.

¿Acaso la “comunidad educativa” no esté mostrando aún, niveles de exigencia en relación a la calidad de la formación superior, y por consiguiente, no exige del docente ni competencia académica y menos aún, testimonio de vida moral? Es que, la vida privada del “profe”, ¿nada tiene que ver con el sagrado ejercicio de la docencia?. Oigamos al maestro Secundino Núñez decir, cuanto sigue:

El profesional universitario debe comprender, al menos, cinco aspectos:

1. Que su responsabilidad moral es mayor que la de un simple ciudadano por la dotación de conocimientos que se le ha facilitado, y su capacidad desarrollada.

2. Que si Platón y Aristóteles establecen como objetivo fundamental “la organización de la ciudad (polis)”, no le es lícito al Profesional, y menos al cristiano, encastillarse en “su torre de marfil”, ignorando las miserias humanas.

3. Que la moralidad y su función no pueden hoy reducirse a la “Aureolada Pasividad del Buen Ejecutivo” (y bueno minte la tipo), sino que tiene la insustituible responsabilidad de la acción. Benedicto XVI cuestionaba el “buenismo” como permisividad, cómplice de muchos delitos.

4. Que la acción del profesional satisfaga las expectativas del paciente-cliente-usuario, que se espera de su Capacidad; tanto cuando se trata de investigar y descubrir en su ámbito, “rutas salvadoras”, como cuando se trata de resistir o combatir a los piratas de nuestra civilización y cultura (profesionales deshonestos y criminales).

5. Que no todo lo que es lucrativo es ético. Pero todo lo que es ético es lucrativo. ¿Seguiremos con la ética acomodaticia, que llevada a su extremo, desemboca en la idea maquiavélica de que el fin justifica los medios?. Si sólo importa el resultado de lo que se hace, ¿Vale todo para alcanzarlo?.Kant expresó muy bien la ética de la convicción cuando dijo: “Que se haga justicia, aunque el mundo perezca”.

No cabe por tanto, en la vida de una persona íntegra, y menos en la de un profesional, la ética de la conveniencia, sino únicamente, la ética de la convicción. Esto es, obrar con rectitud de conciencia, siempre.

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