¿POR
QUÉ... PARA QUÉ?
El Antiguo Testamento
(Levítico 25, 8-66) señala el Jubileo, como una fiesta solemne que los judíos
celebraban cada cincuenta años, en la que se cancelaban las deudas, se devolvían
las propiedades a sus antiguos dueños y se daba la libertad a los esclavos.
Hoy, a alrededor de 3 mil años de
aquellas costumbres, vivir con júbilo no significa “estar nomás en este mundo” como un objeto, entre tantos. ¿Por qué?
Porque la verdadera vida
es más que estar físicamente en un lugar: es “SER”… sentirnos en paz, hermosa y sosegada con nuestra conciencia. Lamentablemente, esa paz interior se
ve muchas veces perturbada, por negros pensamientos y conductas, que nos alejan
de Dios y del hermano.
El gozo es uno de los frutos del
Espíritu Santo. Vivimos en gozo, mientras más pasamos en comunión con Él. Fruto
del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5:22-23).
El Señor exhorta por medio del apóstol
Pablo a regocijarse en Él siempre. No cuando uno quiera o le den ganas, sino en
todo momento. La iglesia primitiva perseveraba en unanimidad cada día en el
templo, tenían comunión de una manera gozosa y adoraban a Dios. El Espíritu
Santo moraba en ellos. Debemos seguir ese ejemplo. Las adversidades que puedan
presentarse en la vida no es impedimento para el gozo.
San Doroteo de
Gaza propone lo que es justo: “El que se
acusa a sí mismo acepta con alegría toda clase de molestias, daños, ultrajes,
ignominias y otra aflicción cualquiera que haya de soportar, pues se considera
merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz. Nada hay más apacible
que un hombre de ese temple (…).
Pero quizá
alguien objetará: “Si un hermano me aflige y yo, examinándome a mí mismo, no
encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por qué tengo que acusarme?” En
realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará
del todo inocente, y se dará cuenta de que ha fallado, ya sea de obra, de
palabra o con el pensamiento”.
Para que vivamos
el jubileo hoy, es necesario aceptar la propuesta de Cristo, que no trabaja con
leyes ni reglamentos, sino con fuerzas del perdón, fruto del Amor que se hizo
pecado y víctima, pagando elevadísimo precio por nuestro rescate de la eterna
perdición.
Así las cosas, hemos de preguntarnos
ahora: ¿buscamos la pena o sanción de quien está en “deuda” con nosotros?
¿Existe algún resentimiento contra mi hermano, vecino, compañero, cónyuge, o
ciertas diferencias con algún miembro de mi comunidad parroquial?
El Jubileo es consecuencia del Perdón.
Perdón es cesar mi enojo contra aquel que me ha ofendido; abandonar las
“carretilladas de reclamos” en contra “de”…sin dejar residuos de malestar. En
la misma línea, deberíamos hacernos
estas preguntas: ¿Qué parte de la “torta”
de corrupción en esta sociedad hipotéticamente avanzada nos
corresponde?.
Este precioso momento cuaresmal
podríamos capitalizar para vivir el Jubileo. Incorporar la certeza de que “no
hay evidencia de arrepentimiento verdadero cuando no se produce una
metamorfosis (cambio-reforma) de vida". El P. Guillermo decía: ¡El que no tiene
Cuaresma, no tiene Pascua! Si no es ahora, ¿Cuándo? ¡Un poco más tarde!..Más
tarde... puede ser demasiado tarde.
El Jubileo nos da la certeza que cuando
se perdona, el primer beneficiado es uno mismo. Es posible que al otro no le
importe el perdón y tal vez no quiera recibirlo, y aun es posible que nos siga
odiando. Pero, el perdón es válido aunque el otro no lo sienta y falte a la
reciprocidad, porque el perdón libera, y quien es libre…. Es plenamente feliz.
Conclusión: Todos necesitamos del
perdón. Todos necesitamos perdonarnos y perdonar a otros. Porque, todos hemos
hecho algo que requiere el perdón por parte de nuestros semejantes y de Dios.
Esta necesidad generalizada de perdón abarca y reúne a todos sin excepción:
ricos y pobres; jóvenes y ancianos; hombres y mujeres, intelectuales o no.
El psicoanálisis mal entendido trata de
erradicar la culpa por considerarla negativa. Y no se trata de vivir con la
culpa a cuestas, hay que librarse de ellas, YA: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de
Dios, pero por su gracia son justificados
gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. (Rom. 3:23-24).
Vivamos, pues, Jubileo como fiesta solemne de la infinita
Misericordia de Aquel que no se puede contener en el universo por su poder y
gloria: ¡El Señor Jesús!
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