lunes, 26 de mayo de 2014

VEO LO MEJOR Y LO APRUEBO…

                                                                   Pero hago lo Peor

Dice el famoso escritor latino <Video meliora proboque, deteriora sequor>: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero hago lo peor. No es comprensible y por lo mismo aceptable, digerir esta expresión tan contradictoria. Sin embargo, escarbando superficialmente nuestro “yo”, advertimos que así es. El humano, dirá aquel profesor, es un ser profundamente contradictorio.

El hombre – afirma el Catecismo de la Iglesia Católica 1173 y sgtes - debe seguir la ley moral que le impulsa a hacer el bien y evitar el mal. Nadie ha nacido con vocación de gánster; todos anhelamos un país limpio y ordenado; queremos, al menos, decimos querer una sociedad respetuosa de las leyes, al bien común y al semejante. Esas intenciones son, intenciones, bellas expresiones de deseo que no se traducen en la praxis.

El caos establecido reina y no se vislumbra mejoría. Dice San Pablo: “Siento en mi cuerpo bajos instintos contrarios a mi espíritu. Me encuentro prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. Por eso actúo no como yo quiero, sino según el pecado que llevo dentro. El bien que quiero hacer, no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro con lo malo en mis manos” (Pablo, carta a los romanos 7, 15-23) No se tome esta expresión como justificativa para hacer el mal.

Hacer lo que se debe no es una cuestión de gustos ni de genes, es cuestión de voluntad y de responsabilidad, producto de esa gracia llamada libertad. Hacer lo que quiero, sin barreras ni límites es actuar con libertinaje – como estamos acostumbrados. La verdadera libertad consiste en hacer lo que se quiere. Será de mucho provecho reflexionar nuevamente sobre la Declaración de los Derechos del Hombre y de los Ciudadanos de la Revolución Francesa (1973), formulada expresamente en su artículo cuarto: “La libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a los demás….

Así las cosas, urge redimirnos de creencias falsas como que libertad y libertinaje no son muy diferentes. La libertad es un valor; el libertinaje es un mal, es vicio. Al contrario, debemos convencernos que la libertad se convierte en vandalismo cuando no se respetan los derechos del otro – ¡como es nuestra costumbre!. Por consiguiente, la libertad personal ha de estar supeditada al bien común – como NO es costumbre nuestra.

La libertad, lo mismo que el fuego o el agua, son buenos cuando están controlados. Pero cuando actúan sin control, lo devoran todo, escribe el P. Jorge Loring - Para Salvarte p. 122.

No me canso de repetir, una y otra vez. Amemos a nuestro país. Seamos patriotas. Ser patriota es amar de corazón la tierra que nos que vio nacer, considerarla mi casa. La casa se cuida, se limpia y se mantiene sosegada, sin polución sonora, sin contaminarla. Ser PATRIOTA, es dar todo por la patria sin pedir nada a cambio; es defenderla, con todo el corazón; es cumplir con todas las leyes y obligaciones, es en definiva ser buen ciudadano. Eso es ser PATRIOTA, que no lo es lo mismo que PATRIOTERO.

El patriota cumple siempre con sus deberes cívicos, políticos y sociales… como hombre, como trabajador, como compañero, como estudiante, como jefe, como ciudadano, como hijo, como hermano, como amigo, como padre, como esposo, como político. Pulvericemos eso de  “Veo lo mejor y lo apruebo, pero hago lo peor”. Si otros pudieron revertir la sentencia… ¿por qué nosotros no?  

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