¿VALOR EN DECADENCIA?
Ante expresiones frecuentemente escuchadas aquí y allá, de personas de
diferentes edades y posición social: “no
quiero ni pensar”, “no pienses tanto,
hacé nomás y punto”, “no hay tiempo
para andar pensando”, entre otras lindezas, es dable suponer que el valor
del pensamiento está en franca decadencia.
No es ningún secreto que en una considerable porción del ámbito
universitario, el hecho de pensar supone titánica tarea. ¿Para qué preocuparse
si la reina computadora puede solucionar muchos problemas?
Sin embargo, bueno es recordar que el hombre es un ser con
inteligencia y como toda herramienta que no se utiliza, con el tiempo se
atrofia. La inteligencia dormida se embrutece, y como somos lo
que pensamos y hacemos todos los días, nos volvemos terrícolas
bestiarios. Estos ejemplares pululan rozagantes en nuestra fauna guaraní.
El pensar hará que nos preguntemos por el sentido de nuestra
existencia. La reflexión nos hará “darnos cuenta” que vivimos. Si no pensamos,
vivimos como zombies, como autistas. ¿Qué vida es la de un zombie o autista,
pudiendo no serlo?
Vivir y pensar son dos caras de la misma moneda, pues no hay vida
humana sin pensamiento. Razonare es precisamente, una de las diferencias entre
el animal irracional y el hombre. La persona sabe, razona y da un sentido a su
vivir. El animal sabe, pero no sabe que sabe. No razona, ni
evoca. Esto sólo lo pueden hacer los seres humanos.
Pensar en lo acontecido es no volver a cometer los mismos errores.
Pensar es, corregir rumbos. Pensar es progresar, vivir en plenitud, aspirar.
Pensar es tomar conciencia que todos los seres humanos, tenemos un mismo origen,
una misma naturaleza, una misma vocación y un mismo destino.
Nadie ha sido hecho diferente ni mejor, que otros.
Si reflexionamos descubriremos para nuestro bien estar personal y
comunitario, algunas ventajas:
- Quien piensa es responsable de sus propios actos, porque además de
memorizar, puede prever y proyectar su futuro. No caerá en la improvisación.
- Quien piensa, toma conciencia de sí mismo y se hace – en gran medida
- dueño de su vida. Se respetará a sí mismo y a los semejantes.
- Quien piensa se comunica más adecuadamente con los demás. Se sabe
igual al otro. No superior ni inferior.
- Quien piensa no comete siempre los mismos errores. Se redime; su
vida la vuelve más esclarecida.
- Quien piensa es libre, pues no piensa con cabeza ajena, ni respira
por bronquios extraños. Piensa, dice y hace lo que debe y quiere. Sabe lo que
quiere y quiere lo que sabe.
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