sábado, 24 de mayo de 2014

PENSAMIENTO POSITIVO...

¿VALOR EN DECADENCIA?
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Ante expresiones frecuentemente escuchadas aquí y allá, de personas de diferentes edades y posición social: “no quiero ni pensar”, “no pienses tanto, hacé nomás y punto”, “no hay tiempo para andar pensando”, entre otras lindezas, es dable suponer que el valor del pensamiento está en franca decadencia.

No es ningún secreto que en una considerable porción del ámbito universitario, el hecho de pensar supone titánica tarea. ¿Para qué preocuparse si la reina computadora puede solucionar muchos problemas?

Sin embargo, bueno es recordar que el hombre es un ser con inteligencia y como toda herramienta que no se utiliza, con el tiempo se atrofia. La inteligencia dormida se embrutece, y como somos lo que pensamos y hacemos todos los días, nos volvemos terrícolas bestiarios. Estos ejemplares pululan rozagantes en nuestra fauna guaraní.

El pensar hará que nos preguntemos por el sentido de nuestra existencia. La reflexión nos hará “darnos cuenta” que vivimos. Si no pensamos, vivimos como zombies, como autistas. ¿Qué vida es la de un zombie o autista, pudiendo no serlo?

Vivir y pensar son dos caras de la misma moneda, pues no hay vida humana sin pensamiento. Razonare es precisamente, una de las diferencias entre el animal irracional y el hombre. La persona sabe, razona y da un sentido a su vivir. El animal sabe, pero no sabe que sabe. No razona, ni evoca. Esto sólo lo pueden hacer los seres humanos.

Pensar en lo acontecido es no volver a cometer los mismos errores. Pensar es, corregir rumbos. Pensar es progresar, vivir en plenitud, aspirar. Pensar es tomar conciencia que todos los seres humanos, tenemos un mismo origen, una misma naturaleza, una misma vocación y un mismo destino. Nadie ha sido hecho diferente ni mejor, que otros.

Si reflexionamos descubriremos para nuestro bien estar personal y comunitario, algunas ventajas:

- Quien piensa es responsable de sus propios actos, porque además de memorizar, puede prever y proyectar su futuro. No caerá en la improvisación.
- Quien piensa, toma conciencia de sí mismo y se hace – en gran medida - dueño de su vida. Se respetará a sí mismo y a los semejantes.
- Quien piensa se comunica más adecuadamente con los demás. Se sabe igual al otro. No superior ni inferior.
- Quien piensa no comete siempre los mismos errores. Se redime; su vida la vuelve más esclarecida.
- Quien piensa es libre, pues no piensa con cabeza ajena, ni respira por bronquios extraños. Piensa, dice y hace lo que debe y quiere. Sabe lo que quiere y quiere lo que sabe.

Así las cosas, ¿por qué no tomamos ya la decisión de ser libres y feliz?. Depende de cada uno de nosotros y de nadie más. Hagamos una sociedad mejor, un mundo mejor, mejorando primero cada uno de nosotros. ¡María Auxiliadora, ayúdanos! 

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