¿Es rentable ser honesto?
No es común, ni normal y mucho menos
agradable, recibir órdenes. Atenta, a priori, contra mi libertad y mi razón;
contra el principio de mi autonomía o autodeterminación – término frecuentemente
utilizado por políticos. Uno de los rasgos más característicos de la persona
es, precisamente, su autonomía en cuanto al ser.
Ni tan siquiera la religión y la moral deben
imponerme. La imposición provocará, más
temprano que tarde, apostasía. Sólo valen aquellas opiniones, verdades,
pensamientos, creencias… que elijo libremente. Lo dicho no significa que mis
pensamientos y creencias posean el monopolio de la verdad, porque, verdad es
también que, mis certezas subjetivas pueden estar catastróficamente equivocadas.
A propósito, sería provechosos reflexionar
sobre la Declaración de los Derechos del Hombre y de los Ciudadanos de la
Revolución Francesa (1973), formulada expresamente en su artículo cuarto: “La
libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a los demás….”
Luego, podemos afirmar que verdaderamente
libre es aquel que no se siente obligado a hacer lo que otros quieren, a menos
que él mismo lo quiere libremente, respetando al mismo tiempo, derecho
y libertad del otro.
Al culminar este artículo, transcribo un
precioso párrafo de Augusto Hortal – Ética General de las Profesiones p.
131 que dice así:
“A
ti, Adán, no te he asignado ningún puesto fijo, ni una imagen propia, ni un
oficio peculiar. El puesto, la imagen que tendrás y los oficios que
desempeñaras serás los que tú mismo desees y escojas para ti por tu propia
decisión. Los demás seres tienen una naturaleza que sigue su curso conforme a
las leyes que les hemos marcado. Tú no estarás sometido a cauces angostos;
definirás tu propia naturaleza a tu arbitrio…
Te
coloqué en el centro del mundo, para que veas todo lo que te rodea. No te hice,
ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como
alfarero y escultor de ti mismo, te forjes a tu gusto y honra la forma que
prefieras para ti. Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos; podrás
realzarte a la par de las cosas divinas, por tu misma decisión…”.
(Giovanni PICO DELLA MIRANDOLA, De la dignidad
del hombre, Ed. Nacional, Madrid, 1984, pag. 105. La obra es de finales del
siglo XV).
La coincidencia en cada persona entre el
normante
(el que formula el imperativo) y el normado (el que obedece al
imperativo), permite hablar de autonomía; pues cada uno en el ejercicio de su
voluntad racional, es norma (nomos) para sí mismos (autos). (cfr. p. 133).
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