¿Pecado o
Ficción?
Fríos datos estadísticos revelan que los índices de amoríos
extraconyugal van en acelerado aumento. Eso vemos también los fulanos de a pie
sin estudios académicos.
Las causas pueden atribuirse a distintos motivos, ninguno de ellos
justificados, aunque siempre, muy bien explicados.
No faltan intelectualoides sosteniendo la teoría de que algún “infiel
gen portador del coito extramarital” es nomás luego el gran culpable,
que desculpabiliza, al irredimible cónyuge adúltero. Por tanto, según esta
teoría, la infidelidad es cuestión genética.
Siguiendo la anterior línea de razonamiento, no se descarta que algún
anoréxico mental academista, descubra otro escondido gen, portador de la cleptomanía,
culpable de robos, grandes y pequeños. De ser así, con seguridad perderemos los
primeros puesto de corrupción en el “concierto de las naciones”, como se gusta
cacarear.
Pero…retomemos el tema inicial, para desmitificar falsas creencias,
tenidas como “verdades”, por parte de una sociedad, de anémica moral
con relación al adulterio. Aquí algunas colosales tilinguerías:
a) El adulterio no daña a
nadie: Según algunas versiones del populacho, ser infiel es una “diversión
pasajera nomás”, unas canitas al aire ko, ¡no es para tanto!; una
aventurita que termina así como comenzó..!, y demás etcéteras que se oye
frecuentemente.
b) El adulterio, hasta puede “beneficiar”: En un canal de Tv,
se ha escuchado sugerir que una relación extramarital puede fortalecer el
vínculo conyugal, en el sentido que el sexo extracurricular, puede enseñar a
ser mejores amantes….(¿?)
c) La infidelidad es cuestión exclusivamente sexual: De ser
así, la fastidiosa pregunta no se hace esperar: ¿Qué tiene de diferente el/la
amante - como dato sexual – que el cónyuge no tenga? Por tanto, el adulterio
tiene otras causas…interés económico, curiosidad, para llamar la atención del
cónyuge o sencillamente, para vengarse de él.
d) Todo adulterio termina necesariamente en el divorcio: Verdad
es que el adulterio es un pecado mortal. Sufre la persona infiel, sus
familiares y los verdaderos amigos. Pero, y a pesar de todo, es un mal que tiene cura.
¿Cuál es el remedio?... es el ¡Perdón!
Es difícil, pero no es imperdonable. Teniendo la cuenta la consabida
ecuación costo-beneficio, en orden a un bien mayor, la salud espiritual
y emocional de la familia, el perdón es una terapia que puede fortalecer el
vínculo familiar, a partir de la férrea voluntad de redimirse.
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