Fuente: necesidadesespeciales.com
Se adjunta una carta que el presidente
de los Estados Unidos de América, Abraham Lincoln, escribió al profesor de su
hijo en 1830. A pesar que esta carta fue escrita hace más de 100 años, sigue
siendo una inspiración y parece que se escribió ayer.
“QUERIDO PROFESOR, mi hijo tiene que
aprender que no todos los hombres son justos ni todos son veraces, enséñele que
por cada villano hay un héroe, y que por cada egoísta hay un generoso.
También enséñele que por cada enemigo
hay un amigo y que más vale moneda ganada que moneda encontrada. Quiero que
aprenda a perder y también a gozar correctamente de las victorias. Aléjelo de
la envidia y que conozca la alegría profunda del contentamiento. Haga que
aprecie la lectura de buenos libros, sin que deje de entretenerse con los
pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de lagos y montañas.
Que aprenda a jugar sin violencia con
sus amigos. Explíquele que vale más una derrota honrosa que una victoria
vergonzosa. Que crea en sí mismo y sus capacidades aunque quede solito, y tenga
que lidiar contra todos. Enséñele a ser bueno y gentil con los buenos y duro
con los perversos. Instrúyalo a que no haga las cosas porque simplemente otros
lo hacen, que sea amante de los valores.
Que aprenda a oír a todos, pero que a la
hora de la verdad, decida por sí mismo. Enséñele a sonreír y mantener el humor
cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran. Enséñele
a ignorar los gritos de las multitudes que solo reclaman derechos sin pagar el
costo de sus obligaciones.
Trátelo bien pero no lo mime ni lo adule,
déjelo que se haga fuerte solito. Incúlquele valor y coraje pero también
paciencia, constancia y sobriedad. Transmítale una fe firme y sólida en el
Creador. Teniendo fe en Dios también la tendrá en los hombres. Entiendo que le
estoy pidiendo mucho pero haga todo aquello que pueda”. Abraham Lincoln, 1830
Pienso que una carta
como la leída, hoy supondrá un verdadero desafío a la filosofía del mundo
posmoderno. Particularmente estoy contento y agradecido por esta antigua
carta. Confirma que los valores no pierden vigencia, tampoco son monedas de
cambio para negociar. Sólo se necesita coraje para aplicarlo.
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