jueves, 24 de junio de 2021

PECADO y CONVERSIÓN

 ¡El Misterio de la impiedad!

 
El tema de esta meditación que nos ocupa es la célebre afirmación de San Pablo: 
¡Todos pecaron y están privados de la presencia de Dios! (Rom.3-23). El mundo posmoderno perdió el sentido de pecado y ya no acepta la invitación de la Iglesia. 

Nuestra meditación –dice R. Cantalamessa- cumpliría su finalidad, aunque sólo lograra conmover nuestra inconmovible seguridad e intuir un saludable espanto frente al enorme peligro que representa para nosotros, no el pecado, sino la simple posibilidad de pecar. 

Ese terror se convertiría, entonces, en nuestro mejor aliado en la lucha contra el pecado. “Tiemblen, no pequen”, dice el Salmo 4,5, esto es, ¡Tiemblen para no pecar! “ustedes aun no resistieron hasta la sangre en la lucha contra el pecado” (Heb 12, 4) 

Este terror, podríamos comparar con el espanto que produce el este ejemplo: “Si un día, al levantarte de la cama, caes en la cuenta que dormiste toda la noche con una repugnante y venenosa serpiente, enrollada en la esquina de tu cuarto...” ¿Cómo te sentirías? 

El pecado es la negativa de reconocer a Dios. San Pablo lo detecta en la impiedad, en no glorificar y dar gracias a Dios, no reconocer a Dios como Dios. Es ignorara Dios, donde ignorar no es no saber que Dios existe, sino en vivir como si Dios no existiera”. 

Esta negativa toma cuerpo en la idolatría, que adora a la criatura en lugar del Creador. El hombre se hace un dios y no acepta a Dios. “El hombre es el alfarero y Dios, el vaso”. 

Los anticristianos dicen que hay un Dios “ávido de honores en el cielo”. Pero resulta que este Dios, “no sabe qué hacer del incienso, oraciones y sacrificios, si no se socorre al oprimido y no se hace justicia al pobre. 

No quiere otro ayuno que el de “romper las cadenas, enderezar al oprimido, compartir el pan con el hambriento y vestir al desnudo” (Is 1-10 ss). De los 10 deberes dados al hombre, sólo 3 atañen a los deberes para con Dios. Los otros 7…para con los hombres. 

Esta moral que la criatura funda de espalda a Dios…produce “un espléndido vicio”, vestidura seductora, con que el egoísmo humano trata de cubrir su desnudez. Con ella se justifica, incluso el asesinato de la vida inocente, como sucede con el aborto.

El terrícola con síndrome de diocesillo vive sobre cadáveres invisibles, pero reales, de los abortados. Matar es asesinato, aunque se lo endulce o maquille con eufemismos. 

El justo defiende la vida, a pesar de los inmorales y de la prensa que manipula a la opinión pública, acusando a los defensores de la vida como retrógrados trasnochados. En nuestro medio hay una guerra entre dos reinos; no podemos ser neutrales, con optimismo ingenuo. 

¿Es lógico creer que el hombre nacido indigente, hambriento y débil, puede zafarse de cualquier dependencia y creerse señor absoluto de sí mismo? El papá del pecado es Satán, el engañador. “No morirán” le dijo a Eva, sabiendo que precisamente, morirían. 

¡Cuidado! En la biblia se lee palabras que parecen ser dichas hoy: ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas! (Is. 5,20) 

Decía San Ireneo:El hombre, separado de la Verdad se excita, tambalea con el error; según los momentos, piensa de forma diferente en torno a los mismos temaselige ser sofista de la palabra, no discípulo de la verdad. No está basado la roca sino en la arena”.

El hombre tiene sólo dos vías para obtener poder sobre sí mismo, sobre las enfermedades, acontecimientos, los negocios y son: la naturaleza y la gracia. Naturaleza: inteligencia, ciencia, medicina, técnica y todos los recursos que recibe de Dios. 

La gracia: es fe y oración, de ellas obtenemos milagros por obra y poder de Dios. La pionera y maestra del 3º camino es la vieja y venenosa víbora que una vez dijo: “todo poder y gloria de la tierra es mía y que concedía, si se le adoraba. (Lc. 4,6-7) 

Este camino conduce a la “libertad de pecar” a la “habituación al pecado” Ya sólo se vive de lo que apetece en vez de lo que es lícito, como si no existiera diferencia alguna. Todo lo lleva a cabo, nada lo detiene, se vuelve maligno. Se cae en la obstinación del pecado.

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