¡Quien ayuda sin esperar nada a cambio!
Es verdad que todos, en algún momento de la vida, podríamos necesitar un favor. Y si la persona de quien espero ayuda, no puede o no quiere hacerlo, ¿qué pasa?. Extender la mano para para hacer el bien, no supone “cobrar” por el servicio brindado.
Si dejamos que nuestro cerebro se “derrita”, por no ser correspondido como esperamos, vamos mal porque, juzgaremos “al infeliz mal nacido” de la peor manera posible, y nos llenamos de amargura, rencor, py’aro… y no vale la pena dañarse.
Mejor es pensar en positivo. Porque no estamos en la “piel” de esa persona, ni sabemos cuál es su estado real. Quizá en ese momento no puede ayudarnos, pasa por algún lío que ignoramos y por ello, en ese momento, de verdad no tiene la capacidad de ayudar.
Mejor es no pensar mal, a priori. Sí, apostar por pensar bien, recordando que servir es una virtud que hay que alimentar diariamente. Y no todos poseemos la virtud de “servir” como Cristo, por consiguiente, no la tenemos ni mínimamente florecidas.
Es bueno recordar que los cristianos comprendamos el ejemplo de Cristo que “dio la vida por los demás, sin esperar nada a cambio”. En nuestro caso, no damos “la vida” por hacer algún favorcito. En cambio, ¡cuánto favores diariamente recibimos al estar vivos!.
Hoy día, no es común notar estos valores en los seres humanos ya que hay muchas formas de hacerlo y tenemos que practicarlo; aunque parezca un ejercicio complicado, es de lo más gratificante y los beneficios son infinitos.
¿Quién es capaz de no esperar nunca nada? ¿Cómo se controla hasta cuánto tienes que esperar de alguien? ¿Fue Cristo un tonto “vyro”, por pagar con su vida nuestro rescate?
Fray Nelson Medina responde: “Es hermoso dar, aportar, enriquecer, favorecer, convidar, son las mejores cosas que podemos hacer por nuestro mundo, por nuestra felicidad, y por nuestro propio bienestar, sin mencionar el ajeno al mismo tiempo.
Pero en ocasiones damos esperando recibir algo a cambio. Quizás no hoy…pero en algún momento. Ayudamos por si algún día necesitamos ayuda. Damos por si algún día queremos recibir. Esperamos por si algún día nos demoramos.
Cuando damos sin esperar nada a cambio, seguramente nos referimos a perder el miedo de compartir, regalar una palabra, una sonrisa, un gesto, una idea, un modo de actuar, etc. ¿De qué tenemos miedo?, o es que no sabemos dar, ¿qué dar, ni cuando dar”?.
Devolvamos el favor por amor, es decir, movido por el espíritu que nos invita a extender nuestra mano para hacer el bien. Sirve al otro como un acto de sincera gratitud, como diariamente y sin merecimientos, recibimos de Dios las bendiciones.
Si esperamos algo a cambio ¿Es verdadero ese amor? Dar sin esperar nada a cambio nos invita a confiar. A abrirnos a la vida, a su inmensidad. Significa que doy lo mejor de mí, lo que tengo para dar… y no espero lo que vendrá de regreso (aunque sé que vendrá algo).
Ser generosos no
es cosa de tontos. No confundamos generosidad con debilidad.
Ser generosos y altruistas nos hace sentir mejor al tiempo que ayudamos a otros. Además, pensar un poco en los demás es una manera de distraerse de los problemas de uno mismo (Kirk Douglas actor).
Pidamos la gracia de no fragmentar nuestro
corazón, a no calcular nuestra entrega, a no ponernos como prioridad
fundamental ante los demás. Que nuestra meta sea la de ser perfectos, es decir,
la de amar como Cristo nos ama a nosotros. ¡Amén!
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