¡Ser papa…no consiste sólo en engendrar!
Vale la pena pensar en lo que ocurrió hace 3.000 años…que hoy se repite (2 Sam 13,19).
El rey David puso a su hijo el nombre de Absalón, porque ab, significa padre y shalom, paz. Pero lo figurativo no siempre es real, por lo tanto puede ser engañoso. David llama a su hijo Absalón, “padre de la paz”, sin embargo, falló en su conducta como papá.
Las buenas intenciones no bastan para cumplir, en este caso, la
función de papá. David no castigó a Amnón, quien violó a Tamar, su media
hermana, y hermana de Absalón. Al no hacer lo que debía, el papá creó
resentimientos en su hijo Absalón.
Había una tensión familiar que estaba como dormida sobre un volcán a punto de entrar en erupción: Absalón llevó a Tamar para protegerla de su violador. Pero, el rey ¿ignoraba lo ocurrido-oñembotavy? ¿David, se preocupó más por ser rey que por ser papá?.
Entonces, Absalón, el padre de la paz, organiza una fiesta familiar y se venga de Amnón; lo hace asesinar frente a Tamar. Problemas de familia de ayer, ocurrido hace 3.000 años, también suceden hoy, aquí y ahora.
David lloró por Absalón día tras día. Sufrió por un hijo que no sabía que su papá lo amaba. David quería a su hijo. Amaba y no demostraba ¿Cuánto fallamos los papás hoy?
David ¿fue desconocido para Tamar y Absalón?...porque no consoló a Tamar, no castigó a Amnón ni dio satisfacción alguna a Absalón. Nada. Tamar y Absalón querían tener un “papá”, pero sólo tuvieron un rey.
Hoy, ¡cuántos hijos tienen billetera, prestigio social, casa principesca, coches, aplausos, prensa…a través de papá…pero, ¡no tienen papá! Tienen muchas cosas, poca ternura; muchas cosas para la casa, poco tiempo y afecto para los de la casa.
Vemos que el rey amaba a sus hijos, pero le faltaba capacidad de expresar. También hoy, muchos hijos se “sienten comprados, cosificados”... “En la era de la comunicación, es cuando menos comunicados estamos”, dirá aquel profesor.
“Hacer” hijos nada cuesta; es solo producto de un acto biológico y nada más. Ser padres, amén de ayudar al hijo en su crecimiento físico: nacer, crecer, multiplicarse; es formarlo en su mitad superior: su yo profundo, es decir, su vida moral y espiritual.
Dice Beatriz Martínez, periodista: “Si pides perdón a tus hijos les estás dando ejemplo. Los pequeños aprenden por imitación: si tú gritas ellos gritan, si tú sonríes ellos sonríen y su tú pides perdón ellos lo harán cuando se hayan equivocado en algo”.
¿Hay algo de malo en mostrar a los niños que también somos humanos? Por supuesto que no, y tampoco hay nada de malo en hacerles ver que todo el mundo puede errar, la clave está en reconocerlo, admitirlo y aprender de ello.
-Es enseñanza básica de vida pedir disculpas y con humildad, igual que lo es la tolerancia a la frustración, la fortaleza o el respeto. Es educarles en valores. Dejar el orgullo y admitir que algo no está bien es gran lección que el niño debe recibir de sus padres.
-Al pedir perdón a mi hijo abro una vía al diálogo. ¿Por qué? Porque cuando reconozco mi error, él sentirá ganas de abrazarme y de contarme por qué no hizo su tarea. Perdón, comunicación y amor, bien merece la pena, ¿no crees?
-Nadie es perfecto. Si no pides disculpas a tus hijos les estás dando un mensaje erróneo: que los padres no se equivocan nunca, o lo que es peor, que aunque lo hagan, tendrán la razón. Los niños harán lo mismo cuando sean adultos.
Luego...honro a mi padre porque me dio la vida ,y porque...¡papá es papá!
Pedir perdón es de valientes. ¡Feliz día del padre!
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