¿Con cuál de ellos me quedo?
En ningún caso, la venganza personal está permitida, porque de ser así,
no se podría vivir en el mundo, habida cuenta que, todos nos creeríamos con
derecho a vengarnos de cualquiera que nos ofende. Sin embargo, el hecho que
ciertas acciones estén permitidas o no, ¿qué significan? si el hombre las viola
consuetudinariamente.
Curiosamente, vengarse es mucho más
fácil que perdonar. Pero, es posible que lo difícil no lo sea tanto, si tomamos
conciencia que quienes no quieren perdonar a otros, cometen
los mismos o peores vicios y pecados que critican. (Lc. 6,42)
Es necesario saber perdonar. Saber
perdonar requiere de voluntad. Madre Angélica dice que Cristo nos pide que perdonemos, pero jamás
nos ha pedido que deseemos hacerlo (…) y agrega.. Si esperas que aparezca en ti el instinto natural de perdonar, esperarías
mucho tiempo…
Se oye decir, yo perdono pero no olvido,
a lo que el recordado P. Jorge Loring, en “Para Salvarte” p. 387, ha respondido
una y otra vez: El olvidar puede ser
difícil porque no depende de nuestra voluntad. Uno puede perdonar de corazón y
no poder evitar el recuerdo (…)
Lo que Cristo manda no es un amor
sensible, pues esto no depende de nuestra voluntad. Se trata de un amor de
benevolencia, un amor desinteresado, un amor que devuelve bien por mal, que
hace el bien al que nos hace daño, independientemente de nuestros sentimientos.
Un amor efectivo, no afectivo (…)
El amor a nuestros enemigos que pide el
Evangelio no obliga a una amistad con ellos, sino que prohíbe el odio y la
venganza o el desear algún mal…Claro está que es lícito exigir la reparación de
un daño recibido, pero no por odio ni por venganza, sino por deseo de
justicia…utilizar medios justos para hacer justicia. (p.388).
Es verdad que hay personas a quienes
consideramos indignas de nuestro perdón, pero no se perdona porque ellos lo merecen,
sino porque es un pedido de Cristo, quien perdona nuestros múltiples y colosales
pecados, sin que mínimamente lo merezcamos.
Verdad es que perdonar exige una
predisposición más allá de toda lógica, pues no es lógico perdonar al ofensor: lo “lógico” en este valle de lágrimas
es, devolver el mal y si es posible, con mayor intensidad e intereses, incluido.
Es de personas con espíritu sereno y magnánimo
distanciarse por un tiempo de quien lo ha ofendido, para aquilatar la dura tarea
que supone perdonar. La oración del Padre Nuestro, es un bálsamo para sanar las
dolorosas heridas del ofensor: “ha amó hapó pe” es conditio sine qua non - como afirma la locución latina – perdonar
si queremos ser perdonados.
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