viernes, 25 de diciembre de 2015

SOBERBIA: SÍNDROME QUE PRODUCE…

“GERENTE  GENERAL  DEL  UNIVERSO”


Soberbia – dice el diccionario del cristianismo – es el deseo de ponerse por encima, de verse o considerarse por encima de lo que uno es, o por encima de los otros. La soberbia es el principio de todo pecado, tanto del género humano (pecado original) como de otro pecado particular. La soberbia acompaña y acarrea el olvido de Dios. (Dt. 8, 14)


Leemos que la mitología está plagada de personajes que son víctimas de su soberbia, como Aquiles, por ejemplo, que enojó a los dioses al desobedecer su prohibición de ultrajar el cadáver de Héctor; e Ícaro, quien gracias a unas alas fabricadas con plumas y cera creyó que podía volar tan alto como los dioses y llegar al Olimpo. Pero la matonil soberbia de ambos fue castigada.

Con razón, el escritor Er­nest Hemingway, debido a que tantas personas perdieran el sentido y contacto con la realidad tras alcanzar un puesto de autoridad, escribió: "El poder afecta de una manera cierta y definida a todos los que lo ejercen”.

Se oye decir que el poder es una enfermedad…de ser así, ¿qué agente infeccioso la causa?. Responden, El hubris: ego desmedido, la sensación de poseer dones especiales que le hacen a uno capaz de enfrentarse a los mismos dioses, o sea, creerse superior al resto de los mortales, sintiéndose por encima del bien y del mal. ¿Cuántos de estos ejemplares azotan nuestra convivencia ciudadana?.

La soberbia es el más grave pecado contra Dios, contra el prójimo y contra sí mismo. El hombre se hace autónomo desconociendo su condición de creatura. La soberbia  nos cierra los ojos a la realidad íntima nuestra y de los demás y desconoce  que somos imagen de Dios, y que en Cristo, todos somos hermanos.

La soberbia no nos permite aceptar nuestra dependencia de Dios y de las demás personas en la cotidianidad de la existencia. El hombre con cierta solvencia económica o intelectual, se enfrenta a Dios, le discute y no acepta amorosamente su santa Voluntad. Ignora o rechaza que lo más importante es la voluntad amorosa de Dios, que quiere su bien, y jamás acepta su dependencia.

La soberbia nos lleva a la más irracional autonomía: a prescindir de Dios y de las personas. La maldad de la soberbia es mayor cuando se ensaña con los pobres y humildes; hace estimamos exageradamente y que los demás nos reconozcan; se pongan a nuestro servicio para imponerles nuestra manera de ser,  de pensar, de ver y de resolver las cosas. Sólo cuenta nuestro criterio. ¡Qué mentalidad tan corta e ignorante!.

El soberbio cree que se rebaja si reconoce sus equivocaciones o pide perdón y excusas. Todo en él es puro aire, puro abultamiento del yo, sin base, sin valores reales. El soberbio es injusticia porque se atribuye méritos de Dios y de las personas: cualidades, méritos, honores y gloria.

Muchos pobres no aceptan realizar algunas actividades que le arrojarían ganancias, por soberbios. En cambio, el humilde, al no importarle arremangarse la camisa para trabajar en lo que fuese necesario, aunque no necesite.

La soberbia ataca a ricos, pobres, intelectuales, ignorantes. Porque creerse superior es una enfermedad, que no tiene vacuna, salvo la humildad. Síndrome de Hubris, la enfermedad de los que creen saber y poder lo todoEl texto de Sirácida nos hace ver la cruda realidad de nuestra vida y nos invita a confrontarnos con la misma Palabra de Dios y a buscar la sanación interior.

“Hijo, actúa con dulzura en todo lo que hagas, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y alcanzarás el favor del Señor.

No pretendas lo que te sobrepasa, ni investigues lo que supera tus fuerzas. Atiende a lo que se te encomienda, que las cosas misteriosas no te hacen ninguna falta. No te preocupes por lo que supera a tus obras, porque ya te han enseñado más de lo que alcanza la inteligencia humana. Pues las especulaciones desviaron a muchos, y las falsas ilusiones extraviaron sus pensamientos.

Corazón obstinado mal acaba, y el que ama el peligro en él sucumbe. Corazón obstinado se acarrea fatigas,  y el pecador acumula pecado tras pecado. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. 

El hombre prudente medita los proverbios, un oído atento es el anhelo del sabio” (Sir 3, 16-29). La soberbia es el más grave pecado, como actitud y manera de ser.

Foto: www.barbarabravopsicologos.com

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