miércoles, 23 de diciembre de 2015

NAVIDAD CON SENTIDO...

¿RELIGIOSO O CONSUMISTA?

¿Qué queda del espíritu navideño de algunas décadas?. No pocas almas añoran la celebración como una real fiesta de “amor y paz”.


Los centros de consumo hacen “de todo” con el fin de despertar nuestro consumismo a flor de piel. El canto de sirena es: “Gastá tu plata, date el gusto, para eso trabajás duro todo el año”. Así caen miles de ingenuos, sin darse cuenta que, engordan más todavía las billeteras de quienes, sí son agraciados por el espíritu hedonista-mercantilista.

¿Cuánto cuesta la cena de Navidad? ¿Cuánto sale estar a la moda en Noche Buena? ¿Qué necesitas para salir en Navidad? ¿Qué comemos en las fiestas? ¿Dónde vamos a pasar la Noche Buena? ¿Cuántos regalos tenemos que hacer? ¿Cuándo cobramos el aguinaldo para hacer las compras? Estas y muchas más son las expresiones habituales en las familias para las celebraciones de esta época del año.

La Iglesia Católica celebra en estos días el llamado tiempo de Adviento, que significa la preparación para la venida de Jesús. Los cristianos nos preparamos para que la Navidad se constituya en el tiempo de crecer en el amor, colocar nuestros errores y miserias con fe y humildad en el pesebre de Belén.

Es también el tiempo, más que ningún otro, en el que se registra una exaltación publicitaria de las emociones y una mercantilización de los afectos, proponiendo la compra de regalos, comidas, ornamentos y productos de todo tipo, hasta los más insustanciales e innecesarios, como vía para expresarlos.

Entonces, vaciamos nuestros famélicos bolsillos convirtiendo la Navidad en una farra de despilfarro. Tiramos el dinero que tanto nos costó ganar de modo desenfrenado,  compulsivamente. Es que, todo el mundo compra masivamente, casi desesperadamente. Se amplifican regalos o cenas  exquisitas, más adecuadas al invierno del reino sueco.

Nos volvemos consumidor consumido por el consumo que nos consume – al decir de C. Díaz. La satisfacción-obligación (no alegría) nos grita: consumir a cualquier precio, gastar y gastar, decorar y hacer fiestas abundantes o regalos, aunque  después estemos con las deudas hasta el cogote, no pudiendo pagar las cuentas básicas de agua, luz, etc.

Pregunta: ¿por qué una historia de amor, alegría y esperanza transformamos en una época de plagueos y gastos irreflexivos?. ¿Necesito o quiero comprar? ¿Por qué no ahorro el aguinaldo para el duro y largo mes de enero… y así evitar caer en manos de usureros?

Navidad es una época de estar en casa en fiesta familiar. Los regalos debieran ser sólo una parte de esta festividad. Se trata de celebrar el encuentro, de alegrarnos por poder compartir un año más, de revivir buenos recuerdos de la infancia. Volvamos a la esencia, a la emoción, a la fiesta de la familia, a lo sencillo. No es más importante lo que se come o se bebe, que el encuentro con el Niño Dios en cada uno de nosotros..

Que el espíritu religioso ninguneado, cuando no anulado por completo, vuelva a florecer en cada hogar.  Navidad NO ES LA CELEBRACION DE UNA FECHA, SINO DE UN HECHO, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación. Es entonces una conmemoración del significado de ese hecho. Se lee en las profecías:

Que esta Navidad sea otra ocasión para el nacimiento de Jesús pero en nuestro corazón, lo que supone que nazcamos a la nueva vida como El mismo nos lo enseñó:

"En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba". Nicodemo le dijo: "¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al vientre de su madre para nacer otra vez?" Jesús le contestó:

 "En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu". (Jn 3, 4-6). ¡¡¡FELIZ  NAVIDAD!!! 

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