sábado, 12 de diciembre de 2015

¿CÓMO VIVE LA CIUDADANÍA...

DEL TERCER MUNDO?

Si se hace un análisis del Norte burgués, sale el Sur. Con frecuencia, los malos se dedican a los placeres y atesoran todo lo que los produce, mientras que los buenos padecen el dolor y cuanto lo causa. (Del libro El Hombre animal no fijado p, 87 – Carlos Díaz, abogado, profesor de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid).

Abuso del poder político, económico y policial. Desviación especulativa del dinero, confusión entre lo público y lo privado, administrado aquello en función de intereses particulares; discrecionalidad de los medios de masas, uso y abuso de la mentira como forma de comunicación; injusticias que claman al cielo porque el derecho penal cae sobre los pobres, mientras el constitucional engorda a los ricos que alardean de su impunidad.

Suplantación de lo legítimo por lo legal, bosque de leyes que, lejos de resolver los problemas esenciales, los enmascara, violencia, desprecio de la vida, corrupción, desempleo, evasión fiscal, tráfico de drogas, torturas, secuestros, etc.

Entre el miedo y la impotencia, entre la desconfianza y la maledicencia, entre la frustración y la desesperación, en verdad ¿qué son – se preguntaba san Agustín – los reinos, sino grandes latrocinios cuando no existe justicia?.

Ministros venden su país, diputados venden su conciencia, electores venden sus votos, generales venden sus ejércitos al enemigo, jueces venden absoluciones y condenas, hombres influyentes venden los empleos, las categorías y los privilegios de que disponen.

Abogados, procuradores y oficiales judiciales venden a sus señores, hay maridos que, venden a sus mujeres; hay madres que venden a sus hijas. En esta moderna Babilonia, la mitad vende a la otra mitad. La otra mitad compra.

El orden burgués no excluye el progreso, entendido como incremento de la ganancia; lo que excluye es el amor. Progresa, sí, en el orden de lo egocéntrico, y desde ahí se autodefine entonces complaciente como progresista…. No solo se adueña del dinero, también se adueña de las palabras, leídas siempre en clave autoapologética.  (Apologética: parte de la teología cuyo fin es demostrar la credibilidad de la fe cristiana)

No existiendo más que el haber, el burgués se define ante todo como propietario. Está poseído por sus bienes. La propiedad se ha sustituido, por la posesión escribía Mounier. El burgués, carente de escrúpulos, es capaz de todo, con tal de que a su ego nadie lo limite.

Está dispuesto a blindarse, y si hace falta a partirse en dos. Sus cuentas con el diablo, su espiritualidad con Dios. Lo malo dice - Mounier – es que una verdad dividida en dos no hace dos verdades, sino, dos errores….confusiones y engaños.

No es aceptable la libertad de unos pocos sustentada en la esclavitud de los demás….es la humanidad la que debe ser libre, y no unos cuantos privilegiados de la humanidad, sean individuos, clases sociales o naciones…(p.89). Dueño del doble lenguaje – el burgués - se cree bello porque ha definido como bella su propia fealdad.

A pesar de todo, hay en el ser humano más cosas dignas de admiración que de desprecio, que da más fuerza sentirse amado que creerse fuerte, y que solo se posee lo que se regala (p.6). Estimado lector, de lo escrito precedentemente, cualquier semejanza con nuestra realidad guaraní es pura coincidencia.

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